Aparecen los pies de un tipo dando vueltas bajo un farol y lo primero que me surgió fue la duda. ¿Quién es?, ¿qué hace?, ¿qué busca? Al parecer perdió algo, no sólo unas llaves de auto, no sólo unas monedas o un teléfono. El empeño de la búsqueda era tal que en menos de lo pensado ya había otros andantes haciendo lo mismo; buscando el objeto perdido. Así como pares de pies, las preguntas surgieron, supongo, entre los asistentes ¿de qué se trata esto? La pérdida de un objeto va mucho más allá en el cortometraje Las llaves del absurdo, segunda producción del director Roberto Beltrán.
La cinta corría y pensé en aquella primera entrevista donde cuenta sobre la decepción de su padre al decirle que no sería cardiólogo, como él quería, sino que seguiría en el estudio de la homeopatía. Pese a que le contó sobre la importancia de este método de curación —y el dato histórico en el que Porfirio Díaz, en 1895, erradicó la epidemia de cólera que se presentó en el sureste del país con médicos homeópatas españoles que ya la habían erradicado en Cuba— pasaron años para que su padre, hombre de pueblo e ideas firmes —por decirlo así— le diera razón y le permitiera atender, primero, a la familia. Hoy en día, todos reconocemos el prestigio médico del doctor Roberto Beltrán, quien ha cuidado la salud de muchos —incluida la mía— lo que pocos saben es de su pasión por el cine y de los dos cortometrajes que ya han visto la luz y andan recorriendo festivales de cine.
Hace dos años vimos el primero Al vacío, donde una mujer casada toca el límite y no sabe por qué hace lo que hace; un corto íntimo que desata preguntas de todo tipo. En Las llaves del absurdo, donde no se ve ningún rostro, donde todo ocurre en una escena, donde las voces giran en torno a la pérdida del objeto de un “otro”, vuelve el argumento de fondo con mayor profundidad: la pregunta. “¿Qué perdió? Las llaves. ¿Y está seguro de que las perdió aquí? No sé, pero las busco aquí porque allá está muy oscuro”. Escuchas la respuesta y piensas en el absurdo. En definitiva, esta búsqueda no lleva a nada, sólo es más de lo mismo, es decir, nada. ¿Será que estamos inmersos en buscar respuestas donde no las hay?, ¿donde el hecho de hacer lo que otros hacen nos aprueba ese absurdo en el que estamos metidos?

¿Podemos ver su trabajo?, por el momento no está en salas, ambos cortos hacen su recorrido en Festivales, con buena fortuna los veremos anunciados próximamente. ¿Un director tardío?, más bien un creador que ha retomado su sueño inicial, ese que lo llevó a cursar sus primeros años universitarios nada menos que en el CUEC de la UNAM. Un director que recupera su vocación creativa —el tiempo es buen aliado— y que sabe muy bien lo que hace. Eso le ha dado ya un primer premio en el festival Hollywood Blood Horror Festival, de Los Ángeles, California, en julio de este año, con su corto Al vacío, en todas las categorías.
Roberto Beltrán ha elegido el cortometraje, historias que no rebasan los 10 minutos, para plantearnos interrogantes que al parecer es el meollo de su quehacer fílmico. En la literatura sería no la novela sino el cuento, género despojado de palabrería, más bien, en palabras de Cortázar sería como soltar un nocaut. Un nocaut que se acompaña con la música del talentoso músico y compositor Jesús Monárrez; su paisano y amigo de juventud. Esa juventud soñadora que emigró a la gran capital, cuando llegar era recorrer casi 24 horas en camión, tiempo suficiente para acariciar tu sueño viendo el correr de los árboles por las ventanas. ¡Enhorabuena!, querido paisano.
PD, seguro tu padre estaría intentando reabrir el cine Margarita para invitar a todos en el pueblo a ver tus historias. Él, orgulloso, en primera fila.
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