Confundir la realidad de las cosas, tal como son, con lo que a cada uno le parece, puede traer muy graves consecuencias personales, veámoslo.
Objetividad y subjetividad
Está arraigado hasta el tuétano la creencia del Relativismo, una corriente de pensamiento que niega las verdades absolutas proclamando que “todo es relativo”, ganando fama con “nada es verdad, todo es mentira, todo depende del cristal con que se mira” y con ella se han justificado abusos, barbaridades y tremendas confusiones personales.
En entrevistas callejeras en Madrid se les preguntó a las muchachas ¿Qué es una mujer, lo sabéis explicar? Las respuestas fueron: “No sé. Lo que tú quieras”, “si te sientes mujer eres mujer”, “es que es como muy confuso, no nos define físicamente lo que tengamos para ser mujer u hombre, me cuestiono si realmente existe el hombre o la mujer, pero los avances nos han hecho plantear distintas personalidades y roles”, “una mujer es la que se identifica como mujer y ya está”.
El Relativismo no es tan inofensivo como puedes ver. Pero si no existe la verdad objetiva y si no es independiente de la persona que la conoce entonces ¿Cómo distinguir las cosas por lo que realmente son con los pareceres individuales? ¿Cómo ponernos de acuerdo con bases sólidas? ¿Cómo fundamentar las leyes? ¿Cómo fundamentar el bien y el mal?
Las cuestiones aumentan cuando no hay una base objetiva que todos puedan aceptar como verdad, una roca donde podamos pisar firme en el pantano, un norte que nos oriente en el mapa y los puentes que conecten los archipiélagos donde cada uno en su isla tiene su verdad distinta a la del resto.
La realidad y lo académico
Para empezar, negar la realidad circundante es una insensatez, la gente en su sano juicio sabe la diferencia entre un billete de mil con uno de cien, no dirá que su valor nominal es relativo, la realidad nos rodea, nadie puede negarla, en ella prospera.
Lo académico
El problema del Relativismo no está en la realidad cotidiana: está en muchas aulas y en creencias superficiales. Se enseña que “todo es relativo” como una verdad incuestionable que la gran mayoría acepta sin percatarse que cree en un dogma falso.
¿En base a qué verdad incuestionable lo proclaman? La afirmación se contradice a sí misma. Así también, “nada es verdad, nada es mentira, todo es verdad de acuerdo al color del cristal con que se mira”. Si nada es verdad... ¿cómo lo sabes? luego todo es mentira ¿Y cómo sabes si es mentira si no se confronta con una realidad? En efecto es cierto que las cosas se ven con el color del lente que se miran, luego ¿En dónde está el problema aquí?...
En que se confunde la certeza, lo que yo sé y veo, con la verdad. Puedo estar cierto de algo que los demás ni idea tienen o lo ven distinto ¿Quién tiene la verdad de los ciegos que describen un elefante por la parte que toca cada uno? ¿El que dice que es como su trompa? ¿El que lo contradice porque toca su pata? ¿O el tercero que se ríe de ellos porque toca su cola? ¿O el otro que toca su oreja? Ninguno a pesar de sus evidencias palpables tiene la razón porque ninguno define al elefante, además cada uno afirma un error lógico: reduce el todo a su parte conocida. La certeza en efecto depende del sujeto que la conoce, pero es una parte de un todo llamado verdad.
¿En dónde está la verdad?
No confundamos pues certezas con verdades, cada uno platica como le fue en la feria y lo dice con verdad. Entonces ¿En dónde reside la verdad? ¿En el sujeto que la conoce o en otra parte? Descartes y Kant desde el Siglo 17 dijeron que la verdad está en quien la conoce: en su mente, de ahí arranca el error. Es la mitad de la película.
La verdad está en el SER de las cosas, las conozcamos o no, ellas son independientes al sujeto. A esta verdad se le llama la verdad Ontológica, existe por sí misma como la silla donde estás, así como existen otros planetas desconocidos. Luego, se convierte en una verdad lógica cuando conocemos algo con acierto o certeza.
Esta verdad sí depende del sujeto, es subjetiva o relativa, pero no deja de ser parte de la verdad del océano. Lo que no se vale es negar o descalificar las certezas que alguien propone diciendo que no son verdades porque son relativas y sin fundamentarlo ni demostrar lo contrario. Mandar por un tubo las afirmaciones de los demás porque sí no se vale. Primero hay que asegurarnos de entenderlo bien.
Lo psicológico
Además, defendemos con las uñas las certezas que bien pueden no serlo por una razón no lógica sino psicológica: la complacencia de tener la verdad. Ahí se estrellan los argumentos como las olas al romper en las rocas. De ahí viene la terquedad, la cerrazón, las divisiones, los pleitos. Cuantas relaciones no se rompen por esto. El “sigo siendo el rey” da lugar a excesos que tarde o temprano se pagan.
Como decía Cicerón “la razón es el alma de toda ley” y con razones nos entendemos.
Ser enriquece el espíritu y refresca la vida, preferimos escribir que subir videos en la red, es más fácil escucharlos que leer y analizar lo que uno lee, lo cual requiere otras exigencias mentales que ejercitan el cerebro y deleitan cuando es agradable.
