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Las alas de Titika

El amor se esconde en un rincón muy íntimo

LAS ALAS DE TITIKA
11/07/2025 11:03

Esperó esos últimos segundos en los que el vagón cierra las puertas para soltar la mano de su hija. Lo hizo. Cuestión de segundos. Se abrieron, la soltó, se metió. La niña quedó sola en el andén y ella se quitó la carga de encima. No pude hacer nada, no encontré la palanca de alarma. ¿Nadie más vio? Todo pasó ante tremenda multitud. Viajeros perdidos en su mundo, cuerpos abandonados al cansancio. “¿Qué hizo?”, le dije con los ojos desorbitados. Imposible que me escuchara entre el bullicio humano y el viento acelerado que entra por las ventanas. Leyó mis labios y sostuvo la mirada. La vi de frente. No pude olvidarla nunca. Su gesto era una plasta inerme, parecía la tapa de un cartón. Parpadeó y volteó hacia el lado opuesto. Olvidó que hubo un testigo. No quiso enterarse. Alguien invade mi espacio queriendo atravesar su cuerpo entre el otro pasajero y yo. Me sumo y me estiro lo más posible. Las carnes se amoldan y la joven logra avanzar. Apenas me incorporo, cuestión de segundos... la perdí.

Hoy vi algo igual y pensé en aquella niña sola. Su madre nunca regresó por ella. Creció creyendo que la buscó toda la vida. Que aquel día fatídico salió corriendo en la siguiente parada y arrepentida tomó el vagón de regreso, mas como su madre era tan olvidadiza, y esa tarde, particularmente esa tarde, lloró mucho por lo que le dijo un hombre, se equivocó de ruta y fue a dar a Balderas en lugar de Centro Médico. Su madre se había equivocado y ella no pudo hacer que quienes se la llevaron esperaran un poco más a ver si ella volvía. Hoy pensé en esa niña, a quien la vida entera le cambió en segundos. Hasta hoy, esa historia había quedado en el olvido.

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