Los árboles centenarios: memoria viva y guardianes del tiempo de Culiacán
La ciudad de Culiacán es el hogar de al menos 15 árboles que están vivos desde hace más de 100 años.
Han sido testigos de la historia, la lucha revolucionaria, el crecimiento de la urbe y tragedias como el huracán Manuel, en 2013.
Aunque con el paso del tiempo las áreas verdes han disminuido, estos grandes centenarios resisten sobre las banquetas, los camellones, áreas protegidas o en las plazas comerciales.

Son la memoria viva de lo que alguna vez fue y es Culiacán.
La asociación civil La Ola Verde ha identificado las edades, ubicaciones y características de cada uno de estos ejemplares, y a través de una ruta ecoturística impulsa su conservación, con el apadrinamiento de los árboles por comunidades educativas, empresariales o de las colonias.

En un primer recorrido, el director de la asociación, Carlos Contreras Cano, situó nueve calcomanías para identificar a los árboles centenarios de la primera etapa de este proyecto.
Pronto estas calcomanías serán reemplazadas por placas que distinguirán la longevidad de los mismos.
Además, Guardianes del Tiempo es un programa que busca impulsar iniciativas de ley para cuidar, promover y preservar a los árboles centenarios, según el activista.

El recorrido inicia sobre la Gran Avenida El Dorado, entre la calle Isla del Carmen, número 1686, en la colonia Las Quintas, donde yace un huanacaxtle de al menos 120 años, con una altura de 15 metros y un tronco de 6.5 metros de diámetro.
También en el Zoológico de Culiacán hay otro huanacaxtle de 138 años de vida; es un ejemplar de 20 metros de altura y un tronco de 7.5 metros de diámetro.

Estos árboles están distribuidos desde Sinaloa hasta Chiapas. Según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, se desarrolla en regiones costeras y a lo largo de ríos y arroyos.
Contreras Cano explicó que para determinar si un árbol es ancestral o no, hay tres métodos: talar el árbol para ver los anillos de la corteza, extraer muestra del interior del tronco o a través de una operación matemática llamada método de la circunferencia.
“A través de una cinta métrica vamos a medir lo que es el tronco del espécimen y después dividirlo por Pi, que es 3.1416, ese valor que obtenemos, lo vamos a multiplicar por el factor de crecimiento”, dijo.

Indicó que el factor de crecimiento es el número de metros que puede crecer un árbol al año en diversas situaciones.
En la colonia Jorge Almada, sobre la calle General José Aguilar Barraza, número 208, se encuentra una ceiba frondosa que presta su sombra a vecinos, comensales y peatones.
El árbol de 155 años quedó en la banqueta, entre el pavimento y los cables de energía eléctrica, que ha logrado sobrellevar, con su altura de 25 metros y un diámetro de casi 5 metros en su tronco.

Para Anco Marcio, dueño de un local de mariscos junto a la ceiba, este ejemplar representa la bondad en los días calurosos de verano que les permite a trabajadores y comensales disfrutar de su sombra.
El hombre aseguró que es un ícono del barrio, que lo quieren, lo cuidan, porque aunque tira muchas hojas, limpian con gusto.
“A veces pasan camiones y me atravieso, les digo ‘no cabes, dale vuelta por allá, le vas a romper un brazo’”, bromeó.
“Tengo aquí como unos 17 años, este negocio era de mi papá y de mi mamá, mi papá tenía 70 años cuando falleció, él me platicaba del árbol, que cuando él vino a este barrio, ya tenía 6 años de edad, y el árbol ya estaba de esa magnitud”, relató.

La Conabio destaca a la especie por ser uno de los árboles más grandes en la América tropical, que puede llegar hasta 70 metros de altura.
Se distribuye desde Sonora hasta Chiapas. Con frecuencia crece en terrenos talados y abandonados a lo largo de los caminos.

Frente a la Plazuela Rosales, de la avenida Teófilo Noris, está el callejón Rosales, que resguarda un huanacaxtle de 112 años, es decir, plantado en 1913, y que hoy es centro de esparcimiento de jóvenes estudiantes.
Es un ejemplar de 15 metros de altura y 6 metros de diámetro de su tronco.
Un sitio que guarda diversos gigantes verdes es la Isla de Orabá. En el recorrido por esta área protegida, los visitantes encontrarán un álamo que data de hace 122 años, tiene una altura aproximada de 20 metros y un diámetro del tronco de casi 4 metros.

Aquí hay por lo menos cuatro árboles más que viven desde hace más de un siglo. Entre ellos, un ejemplar de 144 años, con 30 metros de altura y 4.6 metros de diámetro.

El segundo más longevo de la lista es otro álamo de 171 años de edad. Sus cimientos son hogar de mamíferos y sus ramas de aves y reptiles. Es un grande de 30 metros de altura y 5.4 metros de diámetro.

Asimismo, comparte sede con los demás un álamo que vive desde hace 136 años, también con una altura de 30 metros y 4.3 metros de diámetro.

Pero el rey de los árboles centenarios de Culiacán es un álamo de 173 años de existencia. Posa junto a una banca roja que fue instalada en años atrás y hoy en día es hogar de diversas especies, pero también ha sido testigo del desarrollo y la evolución de la ciudad.

Los árboles centenarios son proveedores de diversos servicios ambientales, retienen el suelo, captan y filtran agua, generan una mayor cantidad de oxígeno y hacen sombra durante los días calurosos de verano.
El ensayo “Árboles longevos de México”, de 2010, indica que aunque cada especie exhibe características fenotípicas muy peculiares, hay particularidades que son comunes en la mayoría de los árboles longevos, como el tallo y las ramas principales que se tuercen, su madera exhibe grano espiralado y la copa es aplanada.
Son múltiples los factores que han intervenido para que estos guardianes del tiempo se fueran quedando solos.

El cambio climático, la fragmentación del hábitat causada por los cambios de uso de suelo para desarrollar la minería, fraccionamientos y el sector agropecuario, los incendios forestales, la degradación del suelo, y la tala ilegal, han incentivado la disminución de los bosques y selvas de la región.

Global Forest Watch señala que de 2001 a 2024, Culiacán ha perdido 6 mil 600 hectáreas de superficie forestal, de las cuales, el 97 por ciento fue por su deforestación.
Asimismo, la Comisión Nacional Forestal contabilizó que hasta 2023 Sinaloa tenía hasta 3 millones 823 mil 023 hectáreas de superficie forestal, de las cuales, el 62.8 por ciento selvas, 27.2 por ciento eran bosques, 4.3 matorral xerófilo, 3.2 manglares y 2.6 eran otras asociaciones y áreas forestales.
