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Violencia

La guerra también alcanzó un aula de hijos de jornaleros en Villa Juárez

En la Primaria Henry Ford, los niños distinguen el sonido de los drones y los horarios de su presencia; su aula, por otro lado, recibió impactos de arma de fuego como recordatorio de la disputa criminal que se vive la zona de Navolato
21/09/2025 13:51

Era la hora de entrada en la Primaria Henry Ford, en Navolato, cuando un grupo armado irrumpió y encañonó a un padre que, a bordo de una moto, trasladaba a su pequeña hija a clases.

Ese día, los profesores tuvieron que saltar la cerca hacia la escuela para resguardarse. Decidieron no volver y concluyeron el ciclo escolar de manera virtual, sin entregar, las boletas en persona.

En la Primaria Henry Ford, ubicada en el corazón agrícola de Villa Juárez, Navolato, estudian hijos de jornaleros que llegan a Sinaloa con sus padres durante las zafras de chile, tomate o berenjena.

Los grupos se van armando poco a poco, a medida que las familias migrantes se instalan en los campos. Pero este ciclo escolar comenzó distinto, pues donde antes había más de 300 alumnos, hoy apenas se cuentan un centenar.

Rocío, profesora de turno matutino, resume en pocas palabras el inicio del nuevo ciclo escolar.

“Van llegando por etapas... la primera semana fuimos lunes y miércoles, la segunda fuimos completa y todos los días hubo algo. Y esta semana no hemos ido”, dijo.

Cuenta que antes de las vacaciones durante el ciclo anterior, la escuela recibió impactos de arma de fuego que dañaron los aires acondicionados, que hasta la fecha siguen sin funcionar.

Este hecho fue un recordatorio de la crisis de seguridad que desde el 9 de septiembre de 2024 marca la vida en el estado, tras la fractura del Cártel de Sinaloa. Desde entonces, los homicidios, las desapariciones y los enfrentamientos han alterado las calles y también las aulas en esta zona rural.

La maestra recuerda la última vez que sus colegas fueron testigos de un episodio que los obligó a salir corriendo. Era la hora de la entrada, los niños apenas llegaban cuando un grupo armado apareció.

“Le tocó a un padre de familia que llevaba a la niña en la moto y le apuntaron y el maestro le dijo que era una alumna, la trae su papá y ya le dijo [el hombre armado] al maestro que se fuera y se fueron [los hombres armados]”, contó.

“Otra maestra sí le dijo [a la persona armada] de que ‘oye, pues somos maestros, pues déjanos’ y ya como que se fueron, pero haz de cuenta que ahí en la escuela primaria y el kínder está La 12 [carretera] entonces ellos se fueron por ahí y ahí tiraron balazos al aire y se tuvieron que brincar la barda”, contó.

La “Henry Ford” está rodeada de campos agrícolas y empaques donde trabajan los padres de familia.

En ese mismo entorno se escuchan drones, patrullajes militares y disparos esporádicos. Los niños, cuenta la profesora, ya distinguen los ruidos.

“Los niños nos platican más que nada, porque dicen que se esperan a que se haga oscuro y ahí es donde como que los bajan [los drones]”, narra.

En ese contexto, las madres piden a las maestras no dejar ni salir al baño a sus hijos.

“Son varios niños y dicen ‘quiero ir al baño, quiero ir para allá’, entonces, ¿cómo los cuidas?”, manifestó.

“Y luego las mamás, si pasa algo ahí: ‘le encargo a la niña, que no salga al baño, ¿cómo?”.


EL MIEDO TAMBIÉN SE HA TRADUCIDO EN DESERCIÓN ESCOLAR

Explicó que familias que venían cada año a trabajar en los cultivos han optado por regresar a sus lugares de origen.

“Ahorita tenemos baja matrícula por lo mismo. Como es una escuela de niños migrantes van llegando poco a poco acuerdo a los meses. Ahorita en primer grado tenemos solo un grupo, cuando normalmente abríamos dos”, explica la docente.

“Ahorita tenemos alrededor de 100 niños... aproximadamente llegábamos a 300 en la matrícula”.

Muchas familias que habitan en el empaque frente a la escuela se han ido, dice Rocío.

“Ahorita tenemos poquito alumnado de ahí, por lo mismo, porque les da miedo y se van su lugar de origen”.


ENTRE QUEDARSE Y HUIR

Para las maestras, el dilema es permanente pues tienen que arriesgarse al trayecto desde Culiacán y en la propia comunidad, o dejar las aulas vacías.

“Una mamá me dijo: ‘No maestra, no se vengan, no pasen por Villa Juárez, están asaltando’”, recuerda.

“Ahorita creo que no fue nadie [de alumnos]. Una maestra creo que sí fue y no hay nadie. De mi salón creo que no fueron tampoco”.