Prohibido darle comida chatarra a los niños, sobre todo a los del trastorno del espectro autista

20/07/2025 04:02
    La eliminación de alimentos procesados en niños con autismo no sólo impacta positivamente en su salud física, sino que también modula de manera significativa aspectos neuroconductuales mediante mecanismos que involucran el microbioma intestinal, la inflamación sistémica y la neuroquímica cerebral.

    El Trastorno del Espectro Autista (TEA) es una condición del neurodesarrollo caracterizada por alteraciones en la comunicación social, comportamientos repetitivos y sensibilidad sensorial aumentada. Si bien la etiología del TEA es multifactorial (con componentes genéticos, epigenéticos y ambientales), en los últimos años ha emergido un creciente interés en el papel que desempeña la alimentación en la modulación de los síntomas del espectro autista, en particular la influencia de los alimentos ultraprocesados.

    Estos alimentos, abundantes en dietas modernas, contienen colorantes artificiales, saborizantes sintéticos, glutamato monosódico, edulcorantes, grasas trans y conservadores que pueden interferir con procesos neurológicos y metabólicos críticos durante la infancia. La eliminación de estos alimentos de la dieta de los niños con TEA ha demostrado, en múltiples estudios, mejorar patrones conductuales, atención, sueño y respuesta emocional.

    Uno de los principales mecanismos que explican esta relación se encuentra en el eje intestino-cerebro, un sistema de comunicación bidireccional entre el sistema nervioso central (SNC) y el sistema gastrointestinal, mediado por la microbiota intestinal, el nervio vago, el sistema inmunológico y diversas rutas neuroendocrinas. La microbiota intestinal (el conjunto de microorganismos que habita el tracto digestivo) desempeña un rol fundamental en la producción de neurotransmisores como el ácido gamma-aminobutírico (GABA), serotonina, dopamina y ácido butírico, que están directamente implicados en la regulación del estado de ánimo, el control conductual y la plasticidad neuronal.

    Numerosos estudios han mostrado que los niños con TEA presentan un perfil de microbiota alterado, con disbiosis intestinal caracterizada por la disminución de bacterias beneficiosas como Bifidobacterium y Lactobacillus, y un aumento de cepas potencialmente patógenas como Clostridium y Desulfovibrio. Esta disbiosis puede ser exacerbada por el consumo crónico de alimentos procesados, que al carecer de fibra prebiótica y contener compuestos artificiales, contribuyen a la inflamación intestinal, mayor permeabilidad de la barrera intestinal (“intestino permeable”) y liberación de lipopolisacáridos (LPS) proinflamatorios. Estas moléculas pueden llegar al cerebro y alterar la actividad de la microglía, las células inmunes del sistema nervioso central, provocando neuroinflamación.

    Desde una perspectiva neurofisiológica, esta inflamación persistente puede interferir con procesos clave como la sinaptogénesis, la poda sináptica y la mielinización, todos fundamentales en los primeros años del desarrollo cerebral. Además, se ha documentado que algunos aditivos alimentarios, como el colorante amarillo tartrazina y el conservador benzoato de sodio, pueden actuar como neuroestimulantes, alterando la función de los canales de calcio y modificando la liberación sináptica de neurotransmisores excitatorios como el glutamato. Esta sobreexcitación neuronal ha sido asociada con irritabilidad, agresividad y menor control inhibitorio en niños con autismo.

    Berding y Donovan (2018) llevaron a cabo un estudio en el que evaluaron la composición de la microbiota en niños con TEA que llevaban una dieta rica en frutas, verduras y alimentos mínimamente procesados. Encontraron que aquellos con una alimentación más natural presentaban una mayor diversidad bacteriana y una mayor proporción de bacterias productoras de butirato, un ácido graso de cadena corta que tiene efectos antiinflamatorios y neuroprotectores. Esta mejora en la microbiota se correlacionó con una disminución en síntomas conductuales medidos mediante escalas estandarizadas como el Social Responsiveness Scale (SRS) y el Behavior Assessment System for Children (BASC).

    En otro estudio piloto, Navarro y colaboradores (2020) implementaron un protocolo de ocho semanas de intervención nutricional en niños con TEA, eliminando completamente alimentos ultraprocesados y reintroduciendo una dieta basada en alimentos integrales. Los resultados mostraron mejoras significativas en patrones de sueño, reducción en conductas de autoestimulación, mayor contacto visual, y una mejora general en la regulación emocional. Las madres reportaron que los niños presentaban menos crisis, mayor flexibilidad ante cambios de rutina y una mejor disposición para participar en actividades sociales.

    Es importante destacar que la alimentación no debe considerarse como un reemplazo de intervenciones terapéuticas como la terapia conductual, del lenguaje o la farmacoterapia cuando ésta es necesaria. Sin embargo, la evidencia sugiere que una dieta más limpia, libre de aditivos y rica en nutrientes funcionales, puede actuar como una base neurofisiológica más estable sobre la cual otras intervenciones puedan tener mayor eficacia.

    La eliminación de alimentos procesados en niños con autismo no sólo impacta positivamente en su salud física, sino que también modula de manera significativa aspectos neuroconductuales mediante mecanismos que involucran el microbioma intestinal, la inflamación sistémica y la neuroquímica cerebral. Este enfoque integrador, basado en la ciencia de la nutrición y la neurobiología, representa una vía accesible y con bajo riesgo que merece mayor atención tanto en el ámbito clínico como en el educativo y familiar.

    Referencias

    - Berding, K., & Donovan, S. M. (2018). Diet can impact microbial composition and diversity in children with Autism Spectrum Disorder. Frontiers in Neuroscience, 12, 515. https://doi.org/10.3389/fnins.2018.00515

    - Navarro, F., Liu, Y., & Yadav, A. (2020). Effects of diet on behavior in children with autism spectrum disorder: A pilot study. Nutrients, 12(6), 1821. https://doi.org/10.3390/nu12061821