A través de redes sociales pudimos ver cómo se celebraron, con mucha enjundia, las fiestas patrias en municipios del centro y el norte de Sinaloa.
Los más mesurados, como Navolato, decidieron no hacer la fiesta del día del Grito de Independencia, pero otros más desvergonzados como en Eldorado, decidieron ignorar el dolor de sus víctimas de la violencia y dejarse llevar por el baile de su histórico primer festejo.
Eso más o menos se entiende, por lo histórico, pero hay que recordar que todo el Valle de Culiacán fue escenario de encarnizadas batallas, y no solo de esta guerra, pues también sufrió cuando “Los Chapitos” decidieron destruir a sus aliados, el “Licenciado” y “el MiniLic”.
La historia de dolor y el número de víctimas podría haber sido el motivo para reforzar una cancelación más sensata.
Pero si usted se echa la vuelta a las redes sociales podría ver que la mayoría de la gente felicita al gobierno local.
Seguramente lo mismo ocurre en Elota, cuyo Presidente Municipal, Richard Millán, tiene mejores comentarios por su estilo de vestir que sus decisiones al frente de la administración.
Su municipio herido de muerte en toda la zona rural y el señorón con una bata de charro encabezando el acto cívico y posando para la foto.
Nadie puede olvidar lo que pasa en los caminos rurales de Elota, apenas Richard puede ignorarlos, pero las víctimas, los desaparecidos y los vecinos ven cómo sobrevivir.
Y del caso de El Fuerte, con Gildardo Leyva, a quien le pareció buena idea que en el baile de la ceremonia del Grito de Independencia se proyectaran imágenes de pistolas glock para amenizar la música norteña.
No tenemos la certeza de que se hayan tocado narcocorridos, pero nada más eso nos faltaba, con esta raza que se dice sinaloense, pero nada mas cuando les conviene.
La cosa no parecería tan grave, pero al final todo parece indicar que esta guerra seguirá y lo menos que hay que mostrar desde el poder público es un poquito de sensibilidad.
Sí, esa que siempre es vitrina de ganado premiado, de caballos pura sangre y de familias paseando entre puestos de comida y juegos mecánicos. El Gobernador Rocha Moya aseguró que esta vez sí habrá exposición y también artistas en el Teatro del Pueblo.
Lo curioso es que el anuncio llega con sabor a contraste: mientras la feria revive, el Palenque se queda fuera. Dos años seguidos de cancelaciones por la crisis de inseguridad lo han dejado tambaleando, y aunque se prometen reembolsos de boletos, el vacío que deja es notorio.
La Feria es más que un evento social: es escaparate económico, espacio de convivencia y hasta termómetro político. Que regrese después de la pausa es un intento de normalidad en medio de un estado que todavía carga con episodios de violencia que hacen dudar a más de uno si vale la pena salir de noche.
En el discurso oficial se habla de artistas “del gusto de la gente”. La Feria podrá abrir sus puertas, pero la pregunta que queda flotando es si la gente acudirá con la misma confianza de antes, o si lo hará con esa precaución que ya se volvió costumbre en Sinaloa.
Porque, al final, no solo se trata de ganado y espectáculos, sino de si la feria logrará ser lo que siempre fue: un lugar para celebrar y convivir, y no otro recordatorio de que hasta la diversión depende del clima de seguridad.
en tiempos de drama
Lo que pasó ayer en Culiacán podría considerarse como una situación atípica, peligrosamente anormal y sin duda alguna muy llamativo.
Desafortunadamente no nos referimos a los diversos hechos violentos que azotaron desde muy temprano a la capital, porque eso ya se ha vuelto parte de una maldita rutina para la ciudadanía, sino a que se dejó ver nada menos que el Secretario de Seguridad Pública de Sinaloa, Óscar Rentería Schazarino.
El funcionario, a quien se le trajo al estado para encabezar la estrategia de pacificación, es como boleta de calificaciones de un morro despistado: sale cada dos meses y siempre da miedo pensar con qué saldrá.
Ayer, teniendo como antesala un fin de semana particularmente oscuro y manchado por la actividad criminal, el General Schazarino continuó en la línea discursiva que ha mantenido el Gobierno en el último año respecto a la crisis.
“La misma población puede corroborar que la presencia es permanente en toda la ciudad, estaremos atendiendo todos los eventos que se presenten”, dijo.
A lo mejor el señor Secretario y nosotros conocemos a dos poblaciones diferentes, porque justamente algo que reclama mucho la sociedad es que hay sectores donde la situación es tan crítica que las autoridades llegan a recoger casquillos.
Y, a más de un año de vivir bajo el estruendo de las balas y rodeados de la inquietud del crimen e impunidad, pues todavía le pide a la sociedad tener paciencia
“Nosotros vamos a seguir con presencia, perseverancia, constancia, disciplina, coordinación, aquí vamos a seguir”, respondió el Secretario.
Seguramente para el General resulte fácil pedirle chance a la gente para hacer su chamba, y se entiende que esta situación no se va a apaciguar de una semana a la otra y que el General llegó a atender una broncota de décadas.
Pero para solicitar esa paciencia, deben reflejarse avances en las tasas de criminalidad y pues ahí está el problema porque aunque en julio y agosto los delitos sí bajaron, septiembre otra vez va para arriba en homicidios, robos de vehículos y ataques en instalaciones como hospitales y en comunidades como Altata, El Tamarindo o El Limón de Los Ramos.
Dentro de todo el panorama adverso que vivimos las y los sinaloenses, una de las cosas que más lastiman es precisamente que, cuando parece que al fin hay una mejoría, el crimen, la violencia, la barbarie y el oscurantismo dan un golpe sobre la mesa para refrendar que a esta pesadilla le queda más tiempo del que quisiéramos. Y pues así es muy difícil mantener la esperanza.