La crisis de inseguridad que ha vivido Sinaloa desde hace más de un año ha obligado a las autoridades a tomar medidas para contener los efectos de la pugna entre facciones del crimen organizado.
Y generalmente, esas medidas se han concentrado en espacios urbanos, que es la zona donde se registra un mayor impacto tanto en lo social, como lo económico y lo educativo.
Pero a lo largo de todos estos meses, también hay zonas de Sinaloa que han padecido de los hechos de violencia y requieren de una atención especial de parte de las autoridades.
Se trata de las comunidades rurales que se han convertido en centros de disputas de los grupos delictivos que también han afectado en lo social, lo económico y lo educativo.
De parte de las autoridades ha habido estrategias para dar atención a esos poblados que han padecido de afectaciones por los hechos de violencia, principalmente en apoyos de enseres, en traslados y en reubicación temporal de viviendas.
Pero hay otros que se han quedado con el problema y la crisis de inseguridad ha ocasionado que los niveles de marginación se incrementen.
Si bien es cierto que en las estrategias de seguridad se busca contener hechos de alto impacto donde se registra una mayor afectación, también cierto es que se deben buscar las condiciones para que las comunidades alejadas de los centros urbanos puedan recibir la atención que necesitan para su desarrollo adecuado.
Hasta ahora, es incierto cuándo va a llegar a su fin esa crisis que ha tenido un impacto negativo para la autoridad, aunque de todo ello, lo importante es que resolver esta situación esté entre las prioridades de las autoridades federales.
Ahora, solo se requiere ampliar los márgenes de operación y que ese despliegue de elementos de seguridad puedan llegar a esos rincones donde aún no han llegado y donde familias y comunidades siguen atrapadas en ese círculo que impone la violencia.
Nunca es tarde para dar la atención que se necesita y falta solo voluntad para voltear a las zonas de Sinaloa donde la estrategia aún no ha llegado.