Informar ante el horror: responsabilidad y ética

22/06/2025 04:00
    Con esta nueva realidad y este nuevo contexto informativo, donde la realidad ha mutado en cuanto información pero sobre todo en cuanto a herramientas, lo que sí tenemos claro es nuestra responsabilidad ética.

    Con la violencia incesante y nosotros obligados a darle cobertura, no son pocas nuestras preocupaciones... pero la más constante es el ser responsables.

    Y el problema no es un asunto de intención es más bien de cómo nos adaptamos para mantener nuestro objetivo de conseguir una cobertura responsable frente a la violencia.

    Cuando allá por 2010 nos empezamos a cuestionar cómo narrar los sucesos policiacos, luego de que los hechos iban creciendo en saña y espectacularidad, nos dimos a la tarea de diseñar lineamientos para continuar cubriendo la violencia pero de manera responsable, ética, profesional, sin amarillismo y con prevención.

    Los hicimos, publicamos, aplicamos... así nacieron nuestros protocolos que titulamos Responsabilidad Frente a la Violencia: Cobertura y publicación responsable de la información relacionada con inseguridad y delincuencia organizada.

    Hoy, con un contexto diferente, aún los aplicamos, pero sí nos enfrentamos a nuevos dilemas y preocupaciones.

    Y es que el contexto es diferente no sólo por el estatus de los grupos criminales en el estado, sino por la violencia por sí misma y, sobre todo, por los canales de información por donde circula, nos referimos por supuesto a la proliferación de este tipo de información por las redes sociales y por el WhatsApp.

    De nuevo nos preguntamos, tal como lo planteó nuestro director general en un artículo publicado en el sitio nacional Animal Político: “¿Qué hacemos con el horror?”.

    Todos los días nos lo preguntamos: “¿cómo publicamos ese horror?”.

    Tan sólo en los últimos días han aparecido cuerpos desmembrados, cabezas, y sobre todo ataques muy violentos que son grabados en videos y luego circulados vía WhatsApp, vía redes, y muchas veces vía otros medios.

    Vemos cadáveres esposados, torturados, mensajes clavados... nos hace preguntarnos, ¿lo tenemos que decir?, ¿lo debemos restringir?, ¿debemos ser explícitos o más bien parcos en detalles?

    Tratamos de ser lo menos explícitos posible, pero siempre cuidando no censurarnos

    Nos mantenemos lo más planos posibles en nuestras publicaciones: datos confirmados, hechos que nuestros periodistas atestiguan, fuentes oficiales, no detalles macabros, no fotos explícitas, no replicar mensajes de los grupos criminales...

    Le damos realce a la información cuando son muchas víctimas, cuando son familias, como en días recientes, cuando hay niños involucrados o cuando las víctimas son de las fuerzas del orden.

    En las redes sociales, que son completamente emocionales, tratamos de humanizar a las víctimas, destacando el nombre y la edad u ocupación de la persona.

    Tratamos de poner las cosas en perspectiva publicando cifras, análisis...

    De hecho, en el artículo que mencionamos, nuestro director general, Adrián López Ortiz, en el sitio Animal Político, describe nuestros avatares diarios y nuestras reflexiones:

    “Las redes sociales llegan siempre primero que los medios y periodistas profesionales porque la gente ya está ahí con un teléfono en la mano. Los medios, si somos serios, perderemos minutos preciosos en ir al lugar de los hechos para validar, preguntar, construir una versión lo más veraz posible, etc. Luego vendrá la edición, la toma de decisiones sobre los alcances, los riesgos, las implicaciones éticas. Todo eso en la exigencia implacable del ‘tiempo real’.

    “Visto así, tengo cada vez más dudas si los lineamientos que diseñamos para informar sin reproducir el discurso de los violentos tienen todavía algún impacto en la manera en que las audiencias se informan. Por ejemplo: las fotos o videos explícitos, crueles y violatorios de derechos que en Datemex decidimos no publicar, rolan a granel en los grupos de WhatsApp en los que todo el mundo está inscrito; muchos de esos grupos incluso usan material gráfico de medios y periodistas formales sin citar la fuente o pedir autorización; hay también periodistas que generan ese material y lo venden a grupos porque sus medios no les permiten publicarlo. Ese material es recogido por miles de fan pages o cuentas anónimas de redes para obtener clicks y monetizar.

    “En Sinaloa llevamos casi ocho meses consumiendo el bufet de la violencia, sin hacer ningún reparo en las consecuencias de este consumo adictivo y pernicioso, tanto emocional como psicológicamente en nuestras vidas y nuestro tejido social.

    “Sí, es la realidad, la violencia es así. Las miles de víctimas son de carne y hueso y no merecen que maticemos su dolor, pero mi pregunta va más allá: ¿qué hacemos con el horror? ¿Volvemos a publicarlo en su expresión más cruda? ¿Moverá así alguna indignación, una empatía? ¿Cambia algo?”.

    Hace unos días, nuestro colaborador Alejandro Sicairos publicó en nuestra sección de Opinión un artículo titulado “Atisbos de mayor crueldad en Sinaloa. La narcoguerra: ¿informar u ocultar?”.

    En él reflexionaba sobre el papel del Gobierno al “callar” mucha información relacionada con la guerra criminal:

    “Con eludir la mención de ilícitos de alto poder intimidatorio, facilitando que los medios y las redes acudan a manejos carentes de la versión oficial, el Estado contribuye a la anarquía de la comunicación que reverbera la sensación de desamparo en la población que no la debe ni la teme en asuntos de criminalidad. Así, el mensaje masivo desprovisto de responsabilidad social y códigos de ética opera a favor del pánico común al ras de la paranoia.

    “Ojo entonces con la información vital que no fluye oportunamente a los sinaloenses mientras sí les llegan con puntualidad las noticias de la crueldad llevada a niveles que avisan de más barbaries inminentes. Las amenazas de la narcoguerra por más atemorizantes que sean es mejor que la gente las conozca antes de que pague las consecuencias por no haberlas previsto”.

    Todo esto nos refuerza nuestras preocupaciones, nuestros dilemas y nuestro cavilar diario.

    Sí, aplicamos y continuaremos aplicando nuestros criterios básicos de no publicar sin confirmación, no ser explícitos en fotos, mensajes o textos, etc., pero el día a día nos sobrecarga de decisiones, nos resbalamos, nos tambaleamos... no es nada sencillo.

    Esta competencia cerrada no es sólo contra medios tradicionales o digitales, es contra los propios canales que han cobrado vida propia, que circulan de chat en chat, de celular en celular...

    Con esta nueva realidad y este nuevo contexto informativo, donde la realidad ha mutado en cuanto información pero sobre todo en cuanto a herramientas, lo que sí tenemos claro es nuestra responsabilidad ética. Y aún cuando sea difícil de sobrellevar, ese es nuestro faro, lo único que nos queda para seguir navegando en este mar de hechos de horror: tratar de llegar a buen puerto sin perder la brújula del periodismo serio y responsable. Lo necesitamos.