En las últimas décadas, la clase media ha sido considerada el pilar de la estabilidad económica y social. Sin embargo, hoy enfrenta un enemigo silencioso y persistente: la fatiga financiera. Este fenómeno, aunque menos visible que otros problemas económicos, tiene profundas implicaciones en la salud mental y el bienestar de millones de personas que, a pesar de sus esfuerzos, sienten que nunca es suficiente.
La fatiga financiera se manifiesta como un agotamiento emocional, mental y hasta físico ante la constante preocupación por el dinero. A diferencia del estrés financiero momentáneo —por una deuda o un gasto imprevisto—, la fatiga financiera es crónica. Se convierte en una forma de vida. Día con día, cientos de miles de personas se despiertan con la sensación de que no importa cuánto trabajen, la estabilidad sigue siendo una promesa lejana.
¿A qué se debe este agotamiento? Varias son las causas que se entrelazan. En primer lugar, el estancamiento salarial frente al aumento constante del costo de vida. Mientras los precios de productos básicos, vivienda, educación y salud se disparan, los ingresos apenas se mueven. Esta desproporción ha hecho que muchas familias recurran al crédito no para lujos, sino para sobrevivir. Tarjetas de crédito para la despensa, préstamos personales para pagar colegiaturas, y financiamientos para emergencias médicas. El resultado: un endeudamiento crónico que no deja espacio para respirar.
La inseguridad laboral añade una capa más de presión. En un contexto donde los empleos formales se vuelven escasos o se precarizan, incluso tener trabajo no garantiza tranquilidad. La idea de poder ahorrar para el futuro se ha vuelto un lujo inalcanzable para muchos. A esto se suma la presión social, especialmente amplificada por las redes, donde la vida parece ser una eterna vacación para los demás. La comparación constante genera una frustración silenciosa, una sensación de insuficiencia que cala hondo.
En este contexto, vale la pena preguntarse: ¿quiénes son exactamente los que están viviendo esta realidad? En México, la clase media se describe principalmente por el nivel de ingresos que permite cubrir necesidades básicas, con cierto margen para el ahorro y el disfrute. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2025 una persona necesita ganar al menos 20,000 pesos mensuales para ser considerada parte de la clase media. Este umbral la sitúa muy por encima del salario mínimo, que se establece en 7,468 pesos mensuales, lo que marca una brecha significativa entre quien apenas sobrevive y quien logra mantenerse a flote. El 42.2% de los hogares en el país se ubican dentro de esta clasificación de clase media, aunque muchas de estas familias viven en la cuerda floja: sin ahorros, sin protección financiera y con un ingreso que apenas alcanza a cubrir las necesidades del mes.
La fatiga financiera no solo deteriora la economía familiar; también tiene efectos directos en la salud. Diversos estudios vinculan el estrés económico crónico con el insomnio, la ansiedad, la depresión e incluso enfermedades cardiovasculares. Pero sus consecuencias no se detienen ahí. Este síndrome silencioso fragmenta relaciones de pareja, agudiza conflictos familiares y erosiona la autoestima. Se instala como una sombra que acompaña todas las decisiones: desde qué comer hasta si es posible tener un hijo más.
Romper con este ciclo de desgaste es urgente. La solución, sin embargo, no se reduce a “administrarse mejor”, como muchas veces se sugiere de manera superficial. Se requiere una combinación de estrategias: desde educación financiera accesible y realista, hasta apoyo psicológico y reformas estructurales que reconozcan la fragilidad de las familias que, aunque trabajan duro, no logran progresar. Reconocer que el dinero no solo es una cifra en una cuenta, sino un tema emocional, identitario y cultural, es clave para combatir este agotamiento.
La fatiga financiera es, en esencia, un espejo de las desigualdades acumuladas, de las falsas promesas del ascenso social y de los vacíos en políticas públicas que protejan a los más vulnerables. Pero también es una invitación a replantear cómo definimos el éxito, la seguridad y el bienestar. Mientras no lo hagamos, seguiremos viendo cómo la clase media, motor de este país, se agota en silencio.
*Maestro en Administración de Negocios en el área de Finanzas
Fundador de Psicología Financiera