El hombre de hoy, así como el hombre de todos los tiempos, trata de explicar la existencia de Dios, pero lo hace como un ciego, el cual se imagina las cosas según su experiencia, a través de lo que su limitación le permite percibir. Así explicaba el cardenal Ratzinger, en un discurso en la Sorbona de París, nuestra posición ante la religión.
Infinitud de interrogantes, incluso dentro del cristianismo, desde el punto de vista científico, parecen poner una nota de escepticismo generalizada.
A principios del Siglo 20, comenta el entonces cardenal Ratzinger, Ernest Troeltsch afirmaba que las culturas son insuperables y la religión esta pegada a las culturas, así el cristianismo es el rostro de Dios, ligado a una cultura, el cardenal aclara: Dios esta mas allá de las diferencias culturales y hay que descubrirlo mas allá de estas limitaciones que vienen a ser nuestra ceguera.
Los logros en el campo científico-tecnológico, a la vez que hacen avanzar en la comprensión de este mundo y de sus secretos, paradójicamente también aumentan una forma de ceguera, al querer explicar con una visión material todas las cosas.
Cuando Marco Terencio Varrón, explica el cardenal, compartía su visión estoica de Dios y el mundo, según la cual Dios es “el alma que rige al mundo por el movimiento y la razón”, san Agustín contempla dos planos diferentes entre conocimiento racional y orden cultual, que aunque se relacionan, son diferentes.
El Dios en el que creen los cristianos, es realmente el Dios de la naturaleza; el Dios que conocemos por nuestras plegarias. Este Dios ya se anunciaba en la fe del Antiguo Testamento.
Este Dios de la naturaleza, no es un Dios silencioso; vino al hombre, entro en la historia y el hombre se encontró con El, así se vinculo, de una manera mas estrecha, naturaleza y religión, al vincularse estrechamente Dios y el hombre.
La religión y la necesidad humana de salvación estaban separadas, en Cristo se han vinculado, el Dios de la razón, el Dios filosófico de la antigüedad, es asumido por la religión.
El cristianismo asumió y supero la verdad filosófica, lo cual esta expuesto en las cartas de San Pablo a los Romanos y a los Filipenses y su máxima expresión, su fuerza fue la Caridad: El cristianismo convenció al mundo por su síntesis entre razón y vida.
De manera serena la religión escucha a la ciencia, así como la ciencia debe escuchar a la religión. La verdad hoy como ayer, coincide en que la razón y el amor son los pilares de lo real: La razón verdadera es el amor y Dios es Amor.