El rugido de Yahveh
Aterrador e imponente se dejaba escuchar el rugido de la fiera, acechando a su presa y causando inquietud y temor en los rebaños, era una advertencia para el pastor un aviso sobrecogedor, para una alerta inminente.
Entre el murmullo del viento y la suave brisa en las vastas llanuras, Amos, el profeta, había escuchado un mandato-invitación; el hombre dedicado al pastoreo y el cuidado de su ganado era enviado a un cambio y a una misión: “Deja tu rebaño y profetiza”.
Para el nuevo profeta este llamado era un mandato ineludible a dedicarse a ser transmisor de un mensaje, comunicado con vibrante fuerza, capaz de producir temor y zozobra en los oyentes, pero siendo esto un mandato no había otra opción si no era su anuncio.
Sin despojarse de su ambiente cultural, en el cual había crecido y ya era parte de su persona, el anuncio profético de Amos transmite el mensaje recibido de un Dios, contemplado y admirado desde su experiencia de vida, en un entorno ambiental, el cual fue el lugar y el medio a través del cual había recibido la invitación.
Aunque viviendo en ale Reino del Norte, para entonces llamado Israel, después del cisma encabezado por Jeroboan, el mensaje de Amos no justifica esta división, pues el mensaje del profeta tiene su origen en la davídica ciudad de Sion, la ciudad de Dios.
La voz divina escuchada por Amos, es un reclamo por los desvíos y los vicios cometidos por su pueblo, esta voz es escuchada desde y a través de la naturaleza campirana, lenguaje cultural del profeta, es exposición de la causalidad impresa en el devenir ambiental, en donde las cosas se suceden por razón natural, sin mayor explicación y las consecuencias son resultado de la conducta de los hombres.
Para amos, la fuerza de la palabra de Dios, al ser desoída por la conducta de los hombres, se convierte en amenazador rugido, como el del león, causando temor entre los hombres.
Aunque la empresa no era fácil, ni tampoco agradable, Amos la acepta como un compromiso al que fue llamado, él no pertenecía al gremio de los profetas, ni intentaba pertenecer el, pero Dios se lo pidió y lo entendió como un mandato para convertirse en portavoz de la palabra divina y así anunciar el rugido de Yahveh.
La vocación en un llamado, de parte de Dios, no necesariamente para realizar algo agradable, el llamado es la fuerza de la voz Divina que dice; “Sígueme”.