Ventajas y desafíos para Mazatlán al convertirse en Homeport de cruceros

ENTRE COLUMNAS
01/09/2025 04:01
    Ser Homeport puede ser un salto de categoría para Mazatlán, pero la decisión no debe basarse en la euforia turística ni en los reflectores momentáneos. Requiere visión de largo plazo: apostar a la infraestructura, a la movilidad sustentable y a la calidad de vida de los habitantes.

    En los pasillos del sector turístico local circula desde hace años una expectativa que ahora comienza a sonar con más fuerza: la posibilidad de que Mazatlán deje de ser sólo una escala en la ruta de cruceros y se convierta en Homeport, es decir, puerto de embarque y desembarque. La idea no es menor, cambiaría por completo la dinámica de la ciudad frente a este segmento de visitantes.

    Las ventajas parecen obvias. Ser Homeport implicaría que miles de turistas no solo pasen unas horas recorriendo el malecón, visitando el Centro Histórico o comprando recuerdos en la Zona Dorada, sino que pernocten en hoteles, consuman en restaurantes, contraten tours previos o posteriores al viaje y utilicen el aeropuerto y la infraestructura local.

    En otras palabras, el gasto promedio por visitante se multiplicaría, diversificando la derrama económica más allá de los prestadores de servicios turísticos inmediatos. Además, el puerto ganaría prestigio internacional al situarse en el mapa como punto estratégico en el Pacífico.

    Sin embargo, también hay desventajas y retos que no pueden ignorarse. Ser Homeport exige una infraestructura portuaria de primer nivel, no solo para recibir al crucero, sino para procesar a miles de pasajeros con equipaje, aduanas, migración y servicios médicos.

    Implica además mayor presión sobre el aeropuerto, el tráfico urbano y los servicios públicos. En un contexto donde Mazatlán ya enfrenta retos de movilidad, vivienda y saturación en temporadas altas, la llegada masiva de cruceristas que inician o concluyen su viaje aquí podría agudizar las tensiones urbanas.

    Otro aspecto es la competencia. Los grandes consorcios de cruceros son pragmáticos, apuestan por puertos con conectividad aérea consolidada y servicios de clase mundial. Ciudades como Miami no solo cuentan con aeropuertos internacionales de enorme capacidad, sino también con cadenas logísticas probadas. Mazatlán tendría que invertir fuertemente en infraestructura y coordinación institucional para jugar en esas ligas.

    Ser Homeport puede ser un salto de categoría para Mazatlán, pero la decisión no debe basarse en la euforia turística ni en los reflectores momentáneos. Requiere visión de largo plazo: apostar a la infraestructura, a la movilidad sustentable y a la calidad de vida de los habitantes.

    De lo contrario, corremos el riesgo de que la ciudad se convierta en un “puerto de salida”, no solo para los cruceros, sino también para quienes no logren convivir con el peso del turismo masivo, tal cual sucede en Venecia.

    Si Mazatlán logra dar el salto hacia ser Homeport con una estrategia bien diseñada, podría convertirse en un nuevo motor de desarrollo regional.

    El turismo de cruceros no solo se traduciría en mayor derrama económica, sino también en la posibilidad de detonar empleos especializados, mejorar la conectividad aérea y fortalecer la marca del destino a nivel global.

    Sin embargo, la euforia de ser Homeport no debería nublar la mirada sobre los problemas estructurales que la ciudad aún no resuelve: transporte público insuficiente, saturación en temporadas altas, falta de vivienda asequible y una desigualdad creciente entre el turismo de lujo y las colonias populares.

    Aspirar a ser punto de embarque de cruceros sin garantizar primero calidad de vida para los habitantes sería como construir un lujoso vestíbulo en una casa con cimientos frágiles. Mazatlán debe preguntarse con seriedad si está preparado para sostener este rol o si, en el afán de atraer más visitantes, corre el riesgo de volverse invivible para quienes lo habitan todo el año.

    Es cuanto....