Benito Juárez García, el llamado Benemérito de las Américas, fue presidente de la Suprema Corte de Justicia, del año 1857 al 1858; es los que apuntan los historiadores, sin embargo, estos no consignan que, para recibir su encargo, Juárez, de origen zapoteco, haya recurrido a tomar el bastón de mando entregado por la etnia de su origen y mucho menos, a que se haya sometido a un ritual de sanación al modo de presumido mixteco, Hugo Aguilar.
Y Juárez no lo hizo porque estaba convencido de la laicidad que deben guardar las instituciones gubernamentales, principio constitucional actual, sobre el cual, pasó el erigido como presidente de la Corte, al involucrar su encargo, y a la Corte misma, en un ceremonial de adoración a una deidad.
Esperemos que los humos del copal, salvia y palo blanco, le den a los nuevos ministros, la sabiduría y el conocimiento que se requiere para el cumplimiento de la alta responsabilidad que han tomado, recordándoles que la aplicación del texto constitucional y de las leyes que del mismo emanen, no obedece a usos y costumbres o al sentido personal que ejercía el popular juez menor sinaloense, Belém Torres, quien llenó varías páginas con sus ocurrentes sentencias.
Sin lugar a dudas, los nuevos titulares de la SCJN, tendrán que trabajar muy duro; primero, para cubrir la llamada curva de aprendizaje, ya que la mayoría, es inexperta en el desarrollo del proceso judicial; luego, para sacarle provecho a su poco o mucho bagaje académico y la habilidad para aplicarlo, ya que las bases de las sentencias que emitan es el texto jurídico, y no el camino democrático y popular, como lo ha expresado en repetidas ocasiones el nuevo presidente del máximo tribunal de la nación.
En el historial de los ministros presidentes de la hoy Suprema Corte de Justicia, además de Benito Juárez, brillan los nombres de notables juristas, algunos de ellos, participantes en la consolidación de la república.
Con intenciones comparativas, del largo serial, además de la figura del prócer oaxaqueño, destaco las presencias de Sebastián Lerdo de Tejada, Ignacio Luis Vallarta, Ignacio Ramírez y más cercano a nuestra época, a Mariano Azuela Güitrón. Todos ellos, verdaderas eminencias en la materia jurídica, con larga trayectoria en la vida pública en posiciones de altos vuelos y en el caso de Sebastián Lerdo de Tejada, un fiel juarista, que contribuyó a concretar la separación del Estado y la Iglesia, es decir, a la secularización de las esferas gubernamentales y en consecuencia, de la educación pública. Seguramente don Sebastián, junto con Juárez, se revolcaron en su tumba ante la parafernalia ceremonial a la que recurrió don Héctor Aguilar previo a la toma de su encargo.
Por lo que corresponde a Mariano Azuela Güitrón, al igual que Lerdo, Vallarta y Ramírez, dejaron inscrita en su historia personal una exitosa carrera docente y de entre ellos, Azuela Güitrón se destaca por haber recibido, por lo menos, ocho reconocimientos, de distintas universidades e instituciones.
En cuanto a su labor como ministro presidente de la SCJN, tuvo el acierto de acercar a la sociedad las actuaciones del máximo tribunal, fundando el canal judicial que llega a los gobernados a través de la televisión abierta.
Vara muy alta le dejan los personajes citados a los nuevos ministros de la corte, los cuales, llegaron a la alta responsabilidad que ahora ostentan, por la vía de la chapuza electoral, más que por una brillante hoja de vida ¡Buen día!