Desde hace varios años Estados Unidos desarrolló una estrategia para desarticular organizaciones criminales, al ofrecer acuerdos de reducción de condena a capos de mediano tamaño que se encontraban arrestados en ese país o que deseaban entregarse, a cambio de que dieran información relevante sobre los grandes capos.
La lógica que hay detrás de la misma es simple: si una persona se encuentra arrestada en Estados Unidos, sin posibilidad de fugarse o de tener comodidades en la celda, con una posible sentencia de más de 30 años, la única salida que le queda es traicionar a sus antiguos aliados para mejorar su situación.
Lo anterior lo sintetizó hace algunas semanas Adam Gordon, Fiscal del Sur de California, que declaró al presentar una acusación contra dos integrantes de la Organización de los Beltrán Leyva: “Serán traicionados por sus amigos, perseguidos por sus enemigos, y finalmente se encontrarán con sus destinos aquí, en un tribunal del Distrito Sur de California”.
Ello en alusión al hecho de que Estados Unidos ofrece recompensas o beneficios procesales para delatar y dar información relevante para la captura y la condena de los criminales que ha determinado como objetivos prioritarios, por lo que los grandes capos no solo deben cuidarse de sus enemigos, sino también de sus propios subalternos.
Cuando se lleva el esquema a varias organizaciones, se genera una especie de competencia entre criminales, por ver quien echa al agua primero a los contrarios o incluso a sus aliados, así como también se crea un juego psicológico de paranoia, en donde ya no se sabe en quien confiar y las dudas sobre las lealtades comienzan a aflorar, minando la cohesión de las organizaciones criminales.
Un claro ejemplo de lo anterior es lo sucedido en el Cártel del Norte del Valle de Colombia, donde las autoridades de Estados Unidos negociaron en las décadas de los 90 y 2000 con los primeros miembros de la misma que cayeron en su sistema judicial: les otorgaron sentencias reducidas y la posibilidad de conservar algunos bienes a cambio de información que permitió la captura de los grandes liderazgos. Este proceso inspiró el libro y la posterior serie del Cártel de los Sapos, ya que un sapo es la forma coloquial en Colombia de llamar a un soplón, al que traiciona para salvar el pellejo.
La estrategia fue replicada con el Cártel de Sinaloa, la cual comenzó con Vicente Zambada Niebla, hijo de “El Mayo” Zambada, que entregó información relevante de varios miembros de la organización de su padre, a cambio de reducir su condena. Esquema que ahora están utilizando con los hermanos Ovidio y Joaquín Guzmán López.
No es casual que se haya urdido un complejo plan para engañar a Ismael “El Mayo” Zambada, para que acudiera a una reunión en donde fue secuestrado y llevado a la fuerza a los Estados Unidos por Joaquín Guzmán López, hijo de su anterior socio “El Chapo” Guzmán, lo cual desató las acusaciones de traición por parte de los familiares de “El Mayo” y que con ello diera inicio a la guerra entre facciones que hoy tiene dividido al Cártel de Sinaloa entre La Mayiza y Los Chapitos.
El arribo de gran parte del núcleo familiar de los Guzmán López a Estados Unidos, así como el anuncio de que en los próximos días Ovidio Guzmán se declarará culpable, ha despertado muchas especulaciones en torno a las negociaciones que hay detrás, no sólo respecto a la información que pueden entregar Ovidio y Joaquín Jr. sobre Ismael “El Mayo” Zambada y otros integrantes de La Mayiza, la facción rival de Los Chapitos, sino que incluso hay teorías en torno a que también podrían traicionar a sus medios hermanos Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar y eso justificaba la salida de México de sus familiares, para evitar atentados en su contra en venganza por las revelaciones.
Pero, así como en el bando de Los Chapitos hay personajes como los Guzmán López, dispuestos a pactar con las autoridades de los Estados Unidos, también en el bando de La Mayiza los pudiera haber, como los recién extraditados Héctor Eduardo Infante, José Guadalupe Tapia Quintero o Inés Enrique Torres Acosta, todos operadores de segundo nivel ligados a “El Mayo” Zambada, que lo mismo estarían en posibilidad atestiguar contra los Guzmán, que contra los Zambada.
Dado que ambos bandos tienen el potencial de hacerle daño al otro, lo más probable es que se genere una especie de escalamiento de declaraciones en donde todos terminen perdiendo, ya que con las filtraciones cruzadas sólo ganarán las autoridades de Estados Unidos, que tendrán más evidencia para sustentar las acusaciones en contra de los principales narcos que se encuentran tanto en Estados Unidos como en México.
De hecho, existe mucha expectación sobre lo que Ovidio y Joaquín Guzmán López puedan decir, porque es probable que sean los testigos estrella en los casos de “El Mayo” Zambada, de Rafael Caro Quintero y de Vicente Carrillo Fuentes, pero también pueden aportar información en contra de Ismael Zambada Sicairos, alias “Mayito Flaco”, quien hoy libra una batalla con sus hermanos por el control del Cártel de Sinaloa. Pero como ya se dijo, no se puede descartar que ofrezcan información en contra de sus hermanos o de su propio bando.
Ello sin contar con la información que puede aportar en contra de importantes personajes de la política en México, revelando la identidad de gobernadores o alcaldes que recibieron dinero ilegal para sus campañas, de los militares o jefes de policía que los protegieron, y quizá también comprometan a políticos pertenecientes al círculo cercano de Claudia Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador, Enrique Peña Nieto o Felipe Calderón Hinojosa.
Por ello existe mucho nerviosismo sobre lo que puede salir de los juicios de los Guzmán López, pero también de personajes como “El Mayo” Zambada, Rafael Caro Quintero o Vicente Carrillo Fuentes.
Estamos, pues, ante un escenario en donde los narcos están inmersos en el juego que se conoce como dilema del prisionero, que es un problema de teoría de juegos que fue diseñado por los economistas Merrill Flood y Melvin Dresher, en donde al revelar los crímenes de la contraparte se busca afectarla, para que ello le permita salir bien librado al delator, pero la contraparte también hace lo mismo, de forma que los dos terminan afectándose por las confesiones cruzadas.
El problema de los soplones en el crimen organizado no es nuevo, quizá el caso más famoso es el de Tommaso Buscetta en 1983, uno de los primeros mafiosos de la Cosa Nostra siciliana que rompió la omertá o ley del silencio, al colaborar con la justicia italiana, lo cual permitió procesar a 475 integrantes de la mafia, de los cuales 360 fueron condenados.
Por ello, otra mafia italiana, con sede en Calabria, la “Ndrangheta”, desarrolló un sistema hace décadas para reducir el riesgo de soplones, ya que sus clanes sólo se conforman por miembros de una misma familia, de tal manera que si alguien colabora con la justicia estaría entregando a su padre, sus hermanos, primos, tíos o hijos, lo cual reduce el riesgo de que comparta información al Gobierno, aunque la misma no desaparece. Algo similar pasa con algunos clanes de la Mafia Albanesa, que sólo acepta a familiares.
Sin embargo, las organizaciones mexicanas son tan grandes que no pueden copiar el esquema de la “Ndrangheta” o de la Mafia Albanesa, por lo que es previsible que, en los próximos años, como hoy le pasa al Cártel de Sinaloa, tengan que seguir lidiando con el daño que le hacen los soplones que cooperan con el Gobierno de Estados Unidos.
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El autor es profesor investigador de la Universidad Autónoma de Coahuila, especialista en seguridad y doctor en políticas públicas por el CIDE.