Sátrapas y satrapías

13/06/2025 04:01
    Tengo meses fascinado con el Imperio Persa, el primer gran imperio del mundo antiguo. Ciro II ‘El Grande’, conquistador y estratega, pero sobre todo el primer gran administrador de lo público. Fiel creyente de la administración centralista y al mismo tiempo el precursor de las libertades religiosas, de asociación y la cultura e identidad de los pueblos conquistados.

    Como parte de los estudios doctorales, dentro de los procesos históricos de los gobiernos, tengo meses fascinado con el Imperio Persa, el primer gran imperio del mundo antiguo. Ciro II “El Grande”, conquistador y estratega, pero sobre todo el primer gran administrador de lo público. Fiel creyente de la administración centralista y al mismo tiempo el precursor de las libertades religiosas, de asociación y la cultura e identidad de los pueblos conquistados.

    Los estudiosos de los derechos humanos le conceden al Rey persa el primer documento gubernamental que concede derechos “universales”. “El edicto de Ciro” reconocía 539 años antes de Cristo, derechos de identidad, de apropiación cultural, de libertad religiosa y hasta de cierta libertad de esclavos y repatriación de exiliados.

    Ciro II se acompañaba de un nutrido ejército, 10 mil soldados llamados “los inmortales” por la capacidad de reposición inmediata de la tropa perdida en batalla. El ejército marchaba y recibía apoyo de los territorios conquistados, y aunque resulte difícil de creer, no todos los reinos se tomaron por la fuerza.

    Cinco millones 500 mil kilómetros de imperio, si sobreponemos el mapa del también llamado reino Aqueménida quedarían bajo el dominio los actuales países de: Irak, Irán, Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán, buena parte de Rusia, Ucrania, Rumania, Chipre, Turquía, Siria, Líbano, Pakistán, Palestina, Grecia, Bulgaria, Arabia Saudita y los Emiratos, Qatar, Jordania, Egipto y una parte de la India. ¿Cómo gobernar tantos y tan complejos territorios?

    La primera división administrativa para fines gubernamentales que el mundo reconoce es precisamente la del Imperio Persa. Un solo Rey manda, pero concede facultades de gobierno y administración de territorios llamadas satrapías. Los sátrapas mantenían el orden, recolectaban la tributación, tenían libertad de decisiones en lo local, sostenían el orden bajo el mando del ejército del imperio.

    Los sátrapas y sus gobernados eran libres de profesar cualquier religión, incluso había grandes diferencias en las formas de administrar las satrapías, algunos eran ostentosos y opulentos, mientras que otros eran discretos y austeros. Eso sí, las reglas económicas, monetarias y tributarias estaban en manos de la autoridad central. En esos años se comenzó a trabajar el crédito entre entidades gubernamentales y la inversión pública.

    Si un Sátrapa requería un canal navegable para su satrapía, y esto ayudaba al comercio general del imperio, se abría un crédito para la obra pública y se mandataba su construcción inmediata. Lo mismo en caminos, puertos, puentes y guarniciones militares.

    Entre sátrapas los hubo de todos, se sabe de Gaumata, que ejercía de mago en el 522 a.C., que se hizo pasar por su hermano muerto para tomar el poder en Bactriana hoy territorios del norte de Afganistán. Pero también hubo sátrapas valientes y leales que sumaron victorias al imperio, como lo fue Tigranes de Armenia y Harpago de Lidia, entre el Mar Negro y el Mediterráneo.

    Gobrias fue sátrapa constructor de canales para llevar agua del Río Éufrates a Babilonia; Mausolo, el gran constructor de Halicarnaso en la satrapía de Caria, hoy Turquía; Ariandes, el sátrapa que sepultó al último faraón egipcio por un mal vaticinio del oráculo de Delfos; y los Kushán, lejanos sátrapas del valle del Ganges en la India y Nepal.

    Atossa no fue propiamente una sátrapa, pero tuvo el control y dominio de varias satrapías como Anatolia y Babilonia, era hija del fundador del imperio y es reconocida como una de las primeras emperatrices y mujeres gobernantes persas. Si le interesa saber más sobre el tema, le recomiendo “Fuego persa. El primer imperio mundial y la batalla por occidente”, de Tom Holland, en su versión en español. Luego le seguimos.