Desde que Donald Trump regresó a la Presidencia el 20 de enero de 2025, el dólar ha sido protagonista -aunque no exactamente en el papel que solía interpretar. En vez de fortalecerse como suele hacerlo en tiempos de turbulencia, la divisa estadounidense ha perdido cerca de 9 por ciento frente a otras monedas clave, según el índice DXY. Un comportamiento que, para muchos observadores, resulta contraintuitivo. En un mundo sacudido por conflictos geopolíticos, petróleo caro y riesgos financieros acumulados, lo lógico sería ver al dólar como el refugio natural. Pero esta vez, no ha sido tan sencillo.
Tradicionalmente, cuando el mundo entra en pánico, el dólar se aprecia. Guerras, pandemias, crisis financieras... todo termina en una estampida hacia la liquidez y la profundidad de los activos en dólares. No obstante, desde enero, los mercados han apostado masivamente en contra del dólar: ventas en corto, salidas hacia otras divisas, e incluso aversión por bonos del Tesoro, que históricamente han sido el complemento inseparable del dólar en tiempos de incertidumbre.
¿Por qué ese cambio de ánimo? La respuesta apunta directo a Washington. Aranceles, presión pública sobre la Reserva Federal para recortar tasas, recortes fiscales que agravan el déficit estructural y, sobre todo, una narrativa ambigua respecto al valor del dólar como herramienta de política comercial. Todo esto ha alimentado la idea de que la moneda estadounidense ya no está alineada con la estabilidad que se espera de una divisa de reserva. En otras palabras: es posible que el dólar esté cargando con una prima de riesgo político.
No obstante, desde el ataque israelí a Irán el pasado 13 de junio, el dólar ha comenzado a recuperar algo de terreno. No es un rally, pero sí un respiro. Las tensiones geopolíticas han hecho que los inversionistas recuerden lo que el dólar representa en tiempos de caos. Pero este posible giro no está exento de contradicciones. Los mercados ahora perciben riesgos en ambas direcciones: por un lado, el impulso al alza que trae la búsqueda de refugio; por el otro, el peso acumulado de un déficit fiscal crónico, un gobierno impredecible y el temor de que el dólar esté siendo utilizado como moneda de negociación política.
Aun con esa duda, hay fundamentos que podrían sostener una apreciación en el corto plazo. El conflicto en Medio Oriente ha elevado los precios del petróleo, y eso suele beneficiar al dólar por su rol dominante en la facturación global de las materias primas. Además, por más ruido que haya en Washington, los activos estadounidenses siguen ofreciendo algo que otros mercados simplemente no pueden igualar: liquidez, profundidad y capacidad de absorber choques.
Por si fuera poco, la Reserva Federal lanzó una señal clara esta semana: los aranceles pueden tener un efecto inflacionario, y eso hace que los recortes de tasas que el mercado anticipaba con entusiasmo ahora luzcan menos probables o más lejanos. Si la Fed decide mantener tasas altas por más tiempo, eso podría darle algo de soporte al dólar vía mayores rendimientos relativos.
¿Qué significa todo esto para el peso mexicano? Si el dólar se fortalece, el peso podría verse presionado como parte del ajuste generalizado en activos emergentes y viceversa. En un entorno donde el dólar recupera fuerza como refugio, las divisas emergentes -incluida la mexicana- tienen poco margen para la complacencia.
El dólar no ha muerto, pero atraviesa una revisión profunda. Lo que estamos presenciando no es tanto una debilidad estructural como una crisis de identidad. La moneda estadounidense ya no es la respuesta automática a los problemas del mundo, pero tampoco ha sido reemplazada. Su rol se sostiene, por ahora, en una mezcla de hábito, pragmatismo y falta de alternativas reales.
La pregunta más incómoda es si la confianza global en el dólar podrá seguir resistiendo decisiones políticas internas que contradicen la lógica de una moneda de reserva. Porque si la moneda más poderosa del mundo deja de inspirar confianza, ¿qué se supone que queda como refugio?
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La autora es Delia Paredes (@deliyo), maestra en Economía y Negocios por la Universidad Anáhuac y en Economía de Mercados Globales por la London School of Economics (LSE). Actualmente es socia en TransEconomics, desarrolla una labor docente en la Universidad de Anáhuac y el Tec de Monterrey, y es experta México, ¿cómo vamos?