“Yo soy quien soy y no me parezco a nadie”, dice la letra de la canción escrita por Felipe Bermejo y musicalizada por Manuel Esperón. En efecto, identidad es la relación que tiene una entidad (ser o ente) consigo misma y no con su entorno, por lo que alcanza su propia mismidad.
Javier Cercas ilumina en el capítulo cuarto de su libro “El loco de Dios en el fin del mundo”, cuál es la identidad y personalidad del Papa que eligió llamarse Francisco, pues su nombre era Jorge Mario Bergoglio.
“Ponerse un nombre no es sólo ponerse un nombre: es mandar un mensaje. Bergoglio eligió el nombre de Francisco, el loco de Dios”, señaló. Con estas palabras nos hizo recordar el poema “El Golem”, de Jorge Luis Borges, que dice: “el nombre es el arquetipo de la cosa”. Por eso, al querer llamarse como “il poverello” de Asís, Francisco estaba mandando un claro mensaje de quién quería ser.
Sin embargo, añadió Cercas, la identidad individual es un concepto problemático: “no somos uno: somos multitud. Bergoglio no constituye una excepción a esta norma”. Acto seguido, ofreció una multitud de comentarios y posturas contrastantes respecto a la persona de Francisco, algunos lo criticaban mientras otros lo alababan; pero, ¿no pasó eso exactamente con la persona de Jesús, quien era blanco constante de las críticas de escribas y fariseos?
Cercas recuerda que algunos jesuitas le apodaban “la Gioconda”, por la expresión impenetrable de su rostro: “El Papado le deparó una nueva metamorfosis: quienes lo conocieron antes y después de 2013 aseguran que, lejos de abrumarle, aquella responsabilidad máxima lo volvió un anciano cálido, exultante y en paz consigo mismo, igual que si la silla de San Pedro hubiese supuesto para él un revulsivo benéfico”.
¿Perfilo mi identidad?