La estructura curricular de la Nueva Escuela Mexicana: Tensiones y oportunidades

18/09/2025 04:01
    Las experiencias de docentes y directivos muestran que la nueva estructura curricular implicó un desafío significativo en las comunidades escolares. Convertir estas tensiones en oportunidades requiere formación y acompañamiento adecuado y pertinente que permita clarificar y mejorar los procesos que viven las figuras educativas.

    Los cambios en la estructura curricular propuestos en la Nueva Escuela Mexicana (NEM) significaron una transformación profunda que modificó sustancialmente la organización del sistema educativo. Los grados escolares se reestructuraron en fases de aprendizaje, se crearon los campos formativos y se incorporaron los llamados ejes articuladores.

    Además, se introdujeron los programas sintéticos y analíticos, y se planteó la autonomía docente como elemento para apoyar la contextualización de la enseñanza y el aprendizaje.

    Sin embargo, aunque para algunos docentes y directivos esto fue una gran oportunidad para innovar y mejorar su práctica pedagógica, otros lo vieron con incertidumbre y dificultad para desarrollar su trabajo.

    Algunos participantes en la investigación Voces desde el aula: La Nueva Escuela Mexicana en la experiencia docente señalaron que los cambios institucionales de la NEM generaron confusión, principalmente porque no había formación ni orientación adecuada para facilitar la adaptación y apropiación del modelo.

    Por ejemplo, en la coordinación interdisciplinaria para los campos formativos de secundaria, los docentes tenían que acordar con sus colegas trabajos conjuntos. Sin embargo, las dificultades logísticas, las resistencias para dialogar y compartir su trabajo, así como para trabajar los contenidos colaborativamente, hicieron de este un proceso muy complejo.

    La NEM planteó la importancia de que los docentes adaptaran de forma colegiada los contenidos nacionales de cada fase educativa (programa sintético) con sus condiciones y necesidades específicas (programa analítico) en un proceso de co-diseño flexible y pertinente al contexto. Para los docentes esto supuso mayor autonomía y reflexión, lo que les permitió priorizar aprendizajes relevantes y fomentar el trabajo en equipo. No obstante, para otros, se consideró una exigencia difícil, compleja y desarticulada, y en algunos casos fue vista solo como un requisito administrativo.

    Para gran parte de los docentes y directivos, la autonomía docente representó uno de los aspectos más atractivos de la NEM porque les abría la posibilidad de decidir sobre contenidos y estrategias para atender las necesidades de sus estudiantes y poder vincularlas con el contexto escolar. Esta flexibilidad favoreció la experimentación, la construcción de proyectos interdisciplinarios y el desarrollo de habilidades críticas y reflexivas en el magisterio.

    Sin embargo, en la práctica esta promesa no siempre se materializó: las exigencias burocráticas y la supervisión impuesta desde arriba limitaron la capacidad de innovar y contextualizar la enseñanza. En algunos testimonios se relató que la autonomía terminó siendo simbólica, pues las decisiones clave siguieron centralizadas y la falta de confianza en el trabajo docente generó la sensación de que esta libertad era más bien una ilusión.

    Las tensiones con la autonomía docente también se reflejaron en la carga administrativa, que para gran parte de los participantes se convirtió en un obstáculo para innovar y mejorar su práctica.

    La presión por entregar evidencias, reportes y productos impuesta por supervisores, basadas en sus propias interpretaciones no solo consumió tiempo para asuntos pedagógicos, sino que también generó desgaste y desmotivación. No obstante, algunos informantes reconocieron avances como la digitalización de trámites y cierta flexibilización administrativa en contextos específicos. Esta dualidad muestra que, sin una formación sólida ni un liderazgo claro y pertinente, los cambios deseados pueden quedarse en el papel.

    En conclusión, las experiencias de docentes y directivos muestran que la nueva estructura curricular implicó un desafío significativo en las comunidades escolares. Convertir estas tensiones en oportunidades requiere formación y acompañamiento adecuado y pertinente que permita clarificar y mejorar los procesos que viven las figuras educativas.

    De esta forma podrán consolidarse estos cambios institucionales para que no solamente sean disposiciones normativas, sino una verdadera herramienta de transformación.