La elección judicial y la legitimidad

07/06/2025 04:02
    In memoriam, a Carlos Vorrath Zapari, profesor jubilado de la UAS. Mis condolencias a Gela y sus hijos.
    El que el 87 por ciento de la población no haya votado el 1 de junio a la 4T le va y le viene porque sabe que aún cuenta con el respaldo social y político mayoritario. La legitimidad, así sea electoralmente pasiva, la sigue teniendo Morena.

    Antes del 1 de junio ya había una intensa lucha política e ideológica entre los impulsores de la elección judicial y sus refractarios. Después de esa fecha la refriega se ha intensificado por demostrar su legitimidad o, en contrario, su ilegitimidad.

    Si tan sólo viéramos el número de electores que asistieron a las urnas- alrededor de 13 millones- cifra muy reducida si la comparamos con cualquier otra elección celebrada en México, en efecto, tal y como dicen sus electores, sería un fracaso. Pero, si contemplamos la lógica del poder político, donde este se fortalece, es un rotundo éxito de la 4T.

    Si tomamos en cuenta el voto abiertamente dictado a través de los famosos “acordeones” por parte de las diferentes tribus de Morena y sus partidos aliados, e incluso, los votos ya cruzados de antemano por los operadores de Morena, se comprobaría fácilmente que gran parte de la votación fue directamente inducida y/o creada por los operadores electorales de la 4T. A estas alturas, ya sabemos que, de nueve ministros elegidos, ocho tienen una estrecha relación o abierta militancia en Morena, y lo mismo sucedería con los ministros electos para el Tribunal Disciplinario. Es decir, es muy obvio, que la elección judicial no fue nada pulcra y las esferas más altas del nuevo Poder Judicial van a estar en manos de Morena. Lo cual era una verdad anunciada. A partir de este año los tres poderes van a estar en manos del partido en el poder.

    Todo esto y más, dirían opositores políticos, comentaristas críticos y el análisis académico que parte de la clásica división de poderes en un régimen democrático.

    Pero, la legitimidad se obtiene o se fabrica tanto en lo inmediato, como a mediano y largo plazo, a través de la propaganda y la cultura política dominante. Y en este sentido, al menos por el momento, la 4T la va ganando.

    Cuando vemos que, a pesar de que en las encuestas las mayorías ciudadanas consultadas reprueban a Morena en casi todos los rubros de la administración pública, cuando evalúan a Claudia Sheinbaum, la aprueban con más del 70 por ciento. Al margen de la evaluación que se hace de su estilo personal de gobernar, en particular por la manera en que ha hecho política ante Trump, en realidad lo que sostiene a Morena y en general a la 4T son sus programas sociales. La gran mayoría de la población, por lo anterior, sobre todo las capas sociales de bajos ingresos, sigue apoyando a Morena, y mientras sea así, las críticas política y mediática de partidos opositores, columnistas, comentaristas, analistas y académicos no la van a disminuir gran cosa. El que el 87 por ciento de la población no haya votado el 1 de junio a la 4T le va y le viene porque sabe que aún cuenta con el respaldo social y político mayoritario. La legitimidad, así sea electoralmente pasiva, la sigue teniendo Morena. En pocas semanas más la crítica sobre la ilegitimidad de la elección judicial se va a cansar y pasará a segundo término, a pesar de que hay políticos opositores que la van a judicializar en tribunales internacionales.

    No obstante que Morena se empodera aún más y dibuja claramente un régimen de partido casi único, tal y como definió Salinas de Gortari al sistema político que él presidió, a diferencia del PRI en sus diferentes etapas, sobre todo de la más monolítica entre 1942 y 1988, en el partido que fundó López Obrador desde su origen ha habido corrientes ideológicas y políticas claramente diferenciadas y cada vez más balcanizadas, particularmente desde que el tabasqueño deshabitó Palacio Nacional.

    Es decir, en Morena hay una clara y feroz disputa por cotos de poder tanto al interior del Poder Ejecutivo como en las dos cámaras del Poder Legislativo, y ya la hay entre quienes conformarán la Suprema Corte de Justicia; así como también la hay en todos los estados y de algunos de éstos con Palacio Nacional. Es decir, si la oposición política es muy raquítica o inexistente, aunque MC sigue creciendo, al interior de la 4T las batallas son enconadas, y la Presidenta Sheinbaum es el blanco de muchas de ellas.

    Lo anterior nos dice que, al interior del Poder Judicial, y más específicamente en la Suprema Corte de Justicia y el Tribunal Disciplinario, se verán votaciones divididas más por razones políticas que por argumentos jurídicos. En su cúpula el Poder Judicial lo más probable es que no sea monolítico ni incondicional de Palacio Nacional.

    Morena se parece al viejo PRI, pero no es igual por muchas razones. Los contextos históricos en los que se conforman ambos partidos son muy distintos. Aquí ya no hay espacio para profundizar en una explicación, pero el PRI que prohibía y/o reprimía cualquier movilización pública y que tenía un control total de los medios de comunicación y cero, o casi ninguna oposición política, no es igual a un gobierno de Morena al que le bloquean las calles y edificios públicos cualquier grupo de vecinos, por más pequeño que sea. En efecto, desde Palacio Nacional prácticamente no reprimen a nadie, aunque le desquicien la capital, como en cualquier dictadura. Sí, Morena tiene varios rasgos autoritarios, pero decir que está construyendo un régimen dictatorial, sobre todo, ahora que controla los tres poderes, no es algo que se pueda afirmar con evidencias empíricas y solidez conceptual.

    El contexto histórico y la geopolítica internacional lo hacen inviable.