La dieta de infantes (6-11 años) consiste en 61% de comida ultraprocesada
De acuerdo a la CDC, se estima que el 55 por ciento del total de calorías consumidas por personas mayores de un año en Estados Unidos procedía de alimentos ultraprocesados. En México, aunque no hay un desglose idéntico, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2022 indica que más del 30 por ciento de la energía total diaria proviene de bebidas azucaradas y productos procesados, y que el consumo de frutas, verduras y legumbres está muy por debajo de las recomendaciones. Esto sugiere que, aunque la proporción de ultraprocesados podría ser algo menor que en EUA, el perfil de riesgo es similar, ya que México presenta tasas comparables o incluso superiores de obesidad (36 por ciento en adultos vs. ~42 por ciento en EUA) y diabetes tipo 2 (14.6 por ciento en adultos mexicanos vs. ~11 por ciento en EUA).
Los grupos de edad más jóvenes, especialmente entre 6 y 11 años, mostraron los porcentajes más elevados, mientras que los adultos mayores consumían menores proporciones. Además, dentro del segmento adulto, existió una tendencia inversa entre ingreso familiar y consumo de ultraprocesados: quienes se encontraban por encima del 350 por ciento del nivel federal de pobreza consumían alrededor del 50.4 por ciento de sus calorías de este tipo, frente a más del 54 por ciento en hogares con ingresos más bajos.
Los alimentos ultraprocesados dominantes en la dieta incluyen sándwiches (como hamburguesas), productos de panadería dulce, bebidas azucaradas, snacks salados y tortillas o panes industriales. Estas elecciones alimentarias son particularmente alarmantes porque diversos estudios han demostrado una relación dosis–respuesta entre la ingesta de ultraprocesados y riesgos elevados de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, obesidad, trastornos del sueño, deterioro mental, accidentes cerebrovasculares, dependencia de azúcares, y mortalidad por todas las causas.
La American Heart Association (AHA), basándose en estos y otros datos preocupantes, hace un llamado a reducir la ingesta de ultraprocesados, especialmente aquellos con alto contenido de azúcares, grasas saturadas y sodio, y sugiere sustituirlos por alimentos integrales: frutas, verduras, granos enteros, legumbres, frutos secos, semillas y proteínas magras.
Varios estudios clínicos y epidemiológicos han mostrado que una dieta compuesta exclusivamente, o en su mayor parte, por alimentos naturales, mínimamente procesados, puede mejorar o incluso revertir ciertos padecimientos crónicos. Al excluir aditivos, azúcares refinados, grasas trans y exceso de sodio, se reduce la carga inflamatoria sistémica, se mejora la sensibilidad a la insulina y se optimiza el perfil lipídico. Además, la mayor densidad de micronutrientes, fibra y compuestos bioactivos en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y proteínas magras favorece la función inmunológica, la salud intestinal y la regulación de la presión arterial. Desde una perspectiva mecanística, esto se explica por la modulación favorable del microbioma, la reducción del estrés oxidativo y la normalización de marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva. En conjunto, estos cambios pueden beneficiar condiciones como diabetes tipo 2, hipertensión, dislipidemia y ciertos trastornos autoinmunes, confirmando que la calidad de los alimentos es tan relevante como su cantidad en la prevención y manejo de enfermedades.