La colaboración bajo el manto populista

23/08/2025 04:01
    Resulta difícil predecir cuál es el futuro de la colaboración bajo el manto populista, el cual cobija con sus preceptos a cada vez más personas en el mundo. En ese contexto, los think tanks deben encontrar cómo influir sin ceder sus principios ni legitimar posturas que están erosionando a los regímenes democráticos.

    En términos generales, la colaboración implica establecer una relación con otros actores (similares o distintos) con el propósito de alcanzar un objetivo en particular. Para que la colaboración sea efectiva, se requieren varios elementos como: 1) una meta compartida, 2) una comunicación transparente y fluida, 3) un entorno de confianza mutua, y 4) un contexto propicio. La colaboración suele ser más exitosa si los beneficios son evidentes o bien cuando se resuelve una necesidad de las partes involucradas.

    En la práctica, el factor contextual ha demostrado tener un peso significativo. En el caso particular de la región latinoamericana, algunos gobiernos populistas, ya sea de izquierda o derecha, han buscado dividir de distintas formas a su población (ricos vs. pobres, derecha vs. izquierda, liberales vs. conservadores). En términos generales, estas etiquetas han sido utilizadas por dichos regímenes para distinguir a los “buenos” de los “malos”.

    Conforme a esta visión, los “malos” son todos aquellos (individuos o grupos) que piensan diferente al gobierno o partido en el poder. De esta forma, los señalamientos a ciertas acciones de gobierno o demandas por apertura, transparencia y rendición de cuentas pueden detonar su animadversión. Esto sin duda dificulta el actuar de los contrapesos, entre los que se encuentran las entidades autónomas o independientes, el sector empresarial, los periodistas y los centros de investigación denominados think tanks.

    Con respecto a estos últimos, el problema tiene dos aristas que impactan de forma negativa su trabajo. La primera es la dificultad de mantener abiertos los canales de comunicación, entablar una relación o colaborar con el gobierno en turno. Ese acercamiento, tan importante para lograr la incidencia, se torna casi imposible. El segundo problema se asocia a la dificultad de que los actores, distintos al gobierno, colaboren entre sí (organizaciones de la sociedad civil, el sector privado, universidades, los medios, entre otros). Todos ellos fungen como piezas clave en las estrategias de incidencia, las cuales buscan lograr cambios en las políticas públicas.

    La radicalización y polarización en las visiones dificulta el diálogo y el consenso.Este distanciamiento entre los actores no solo está presente en gobiernos populistas, sino también en otros que están en el camino de la desdemocratización, en donde son castigados los valores como la libertad de expresión, la participación, la legalidad y la tolerancia.

    En ocasiones, el contexto político y económico de países externos también afecta la colaboración. En este sentido, desde hace tiempo, los fondos de agencias de desarrollo internacional hacia los think tanks han presentado cambios. En algunos países, estos fondos se han reducido y se otorgan por periodos más cortos, lo que obliga a una búsqueda constante de recursos. A esta situación se le sumó el elemento Trump, que a principios del año tomó la decisión de acabar con la ayuda que brindaba Estados Unidos a otros países.

    Actualmente, tres o cuatro financiamientos podrían ser necesarios para cubrir lo que antes se lograba con uno. La precariedad en los recursos ha hecho más difícil que se formen consorcios para bajar fondos, pues si bien algunas financiadoras promueven la colaboración de dos o más think tanks para diseñar y ejecutar proyectos, la disminución de los recursos hace que cada vez sea menos factible dividir la bolsa entre varias partes.

    Pareciera que los contextos nacionales e internacionales están mermando los esfuerzos de colaboración. En el caso particular de los think tanks, en algunas regiones del mundo ello ha implicado nuevos retos en su forma de trabajar. Sin embargo, el trabajo en aislamiento tampoco parece una opción viable ¿será cada vez más común que los think tanks establezcan alianzas con actores de corrientes ideológicas opuestas? ¿Es posible que las organizaciones civiles colaboren con gobiernos en los que no confían o que deslegitiman su trabajo? ¿Cuál es el límite entre la diversidad de visiones y los valores que una colaboración puede tolerar sin comprometer su propósito?

    Los think tanks están en un momento en el que tienen que decidir si una colaboración menos genuina y sincera es igualmente deseable o, al menos, estratégica. Esto aplica para los gobiernos en turno, pero también para actores no gubernamentales. ¿Los fines justifican los medios? No existe una respuesta correcta. En algunos casos el populismo y sus efectos se han establecido de manera gradual y los think tanks han respondido adaptándose a nuevas dinámicas, explorando diferentes estrategias con el ánimo de entender qué funciona y qué no.

    Resulta difícil predecir cuál es el futuro de la colaboración bajo el manto del populismo, el cual cobija con sus preceptos a cada vez más personas en el mundo. En ese contexto, los think tanks deben encontrar cómo influir sin ceder sus principios ni legitimar posturas que están erosionando a los regímenes democráticos. El desafío está en no perder de vista lo que da sentido a su existencia: contribuir al interés público desde la investigación y el pensamiento independiente.

    La autora es Liliana Alvarado (@lilialvaradob), directora general de Ethos Innovación en Políticas Públicas (@EthosInnovacion).