El cautiverio como maltrato animal: el caso de los tigres de Bengala en el Zoológico de Culiacán

13/07/2025 04:02
    Los zoológicos, incluyendo el de Culiacán, enfrentan desafíos en infraestructura, financiamiento y personal capacitado, lo que compromete la capacidad para proporcionar cuidados óptimos a especies tan exigentes como el tigre de Bengala.

    El mantenimiento de animales silvestres en cautiverio ha sido defendido históricamente bajo los argumentos de conservación, investigación científica y educación ambiental. Sin embargo, investigaciones recientes muestran que el confinamiento de especies como el tigre de Bengala (Panthera tigris tigris) en zoológicos constituye una forma de maltrato animal, tanto por las limitaciones físicas y psicológicas que enfrentan como por el mensaje erróneo que se transmite al público.

    Un caso reciente en México que ilustra esta problemática es la llegada de cuatro cachorros de tigre de Bengala al Zoológico de Culiacán. Aunque la noticia fue celebrada mediáticamente como un “éxito reproductivo”, en realidad pone en evidencia la contradicción ética y científica de mantener grandes felinos en espacios reducidos. Los tigres de Bengala, en estado salvaje, requieren territorios que pueden superar los 100 kilómetros cuadrados, donde desarrollan complejas conductas de caza, marcaje y exploración. Al ser confinados, estos animales pierden la posibilidad de expresar sus comportamientos naturales, experimentando estrés crónico, frustración y alteraciones fisiológicas profundas (Clubb & Mason, 2003).

    El estrés crónico en tigres cautivos se manifiesta en estereotipias, como caminar repetidamente a lo largo de los límites del recinto, lamerse excesivamente o morder los barrotes. Estas conductas no sólo indican sufrimiento psicológico, sino que también están asociadas con disfunciones inmunológicas y reproductivas, evidenciadas en estudios que muestran elevados niveles de glucocorticoides, hormonas relacionadas con el estrés (Morgan & Tromborg, 2007). Los cachorros recién llegados al Zoológico de Culiacán, durante sus etapas críticas de desarrollo, son especialmente vulnerables a estos efectos negativos, los cuales podrían comprometer su bienestar de por vida.

    Además del impacto individual en los animales, la existencia de zoológicos fomenta una visión utilitarista y antropocéntrica de la vida silvestre. A menudo, el público interpreta la presencia de animales exóticos como un “espectáculo”, reforzando la percepción de que su existencia está destinada al entretenimiento humano, más que a ser respetados como seres sintientes. Aunque los zoológicos justifican sus acciones en la educación, estudios han demostrado que las visitas rara vez generan cambios significativos en la conciencia ambiental o en la conducta de conservación del público (Falk et al., 2007).

    En el contexto de México, donde los recursos para asegurar estándares internacionales de bienestar animal son limitados, la situación es aún más crítica. Los zoológicos, incluyendo el de Culiacán, enfrentan desafíos en infraestructura, financiamiento y personal capacitado, lo que compromete la capacidad para proporcionar cuidados óptimos a especies tan exigentes como el tigre de Bengala.

    Finalmente, el argumento de conservación ex situ (fuera de su hábitat natural) pierde validez cuando los individuos no son destinados a programas reales de reintroducción y, en cambio, permanecen en exhibición. La reproducción de grandes felinos en cautiverio, en muchos casos, responde más a necesidades económicas y de atracción mediática que a objetivos genuinos de preservación genética o repoblación.

    La llegada de los cuatro cachorros de tigre de Bengala al Zoológico de Culiacán debería motivar una reflexión crítica sobre el verdadero costo ético y biológico de mantener animales en cautiverio. Más que celebrarse, este evento debería impulsarnos a promover alternativas éticas como los santuarios y reservas naturales, donde los animales puedan vivir de acuerdo con su biología y dignidad. La ciencia actual nos invita a repensar la relación con otras especies y a reconocer que el bienestar animal va más allá de la simple supervivencia física: implica permitir la expresión plena de su naturaleza.

    - Clubb, R., & Mason, G. (2003). Animal welfare: captivity effects on wide-ranging carnivores. Nature, 425(6957), 473–474. https://doi.org/10.1038/425473a

    - Morgan, K. N., & Tromborg, C. T. (2007). Sources of stress in captivity. Applied Animal Behaviour Science, 102(3-4), 262–302. https://doi.org/10.1016/j.applanim.2006.05.032

    - Falk, J. H., Heimlich, J. E., & Foutz, S. (2007). Free-choice learning and the environment. AltaMira Press.