‘Chicharito’, patriarcado y uniforme neutro en Sinaloa

ENTRE COLUMNAS
28/07/2025 04:02
    El patio escolar es un reflejo en miniatura de cómo funciona la sociedad. Para los niños, con pantalón, el juego es libre: pueden correr, saltar, agacharse, sentarse sin preocuparse. Para las niñas, obligadas a llevar falda, cualquier movimiento implica el riesgo de exhibir su ropa interior. Su movilidad se restringe, su libertad también.

    Un hombre famoso, ídolo deportivo para muchos niños y niñas, utilizó recientemente su plataforma para trivializar ante millones de seguidores la lucha por la igualdad de género. Su discurso no es un hecho aislado, sino la manifestación visible de una estructura patriarcal que se alimenta desde los chistes de vestidor y se celebra en redes sociales cuando una figura pública lo reproduce. Esa estructura perpetúa la noción de que el liderazgo, la fuerza o la inteligencia son atributos “masculinos”, mientras que las emociones, la docilidad o la belleza pertenecen a lo “femenino”. Son ideas obsoletas que, sin embargo, se siguen reproduciendo desde la infancia; en casa y en la escuela.

    En este contexto, y tomando en cuenta la importancia de los discursos y los símbolos, cobra relevancia la discusión que se lleva a cabo actualmente en el Congreso de Sinaloa sobre el uso del uniforme neutro en las escuelas. Puede parecer increíble, pero aún hay niñas a quienes se les niega el derecho de asistir a clases con pantalón. La imposición de la falda no responde a criterios pedagógicos ni de comodidad, sino a un reglamento escolar anacrónico que refleja un machismo estructural, el cual restringe desde la niñez la libertad, la movilidad y la expresión de género.

    Los reglamentos escolares en Sinaloa -tanto en escuelas públicas como privadas- que obligan a las niñas a usar falda, son no sólo desfasados y anacrónicos, sino también abiertamente sexistas y discriminatorios. Limitar la movilidad y la identidad de una persona por una prenda de vestir es perpetuar la desigualdad desde la infancia.

    Lo digo no sólo como académico, sino como padre. Mi hija Natalia quiso alguna vez ir a la escuela con pantalón. Lo hizo con la convicción de quien ya sabe lo que la hace sentir cómoda. No fue un acto de rebeldía, sino de autonomía. Su madre y yo la apoyamos, pero al llegar a la escuela fue rechazada. No por faltar al respeto, ni por incumplir sus tareas, sino simplemente porque llevaba pantalón. La única explicación: “Así lo dice el reglamento”.

    El patio escolar es un reflejo en miniatura de cómo funciona la sociedad. Para los niños, con pantalón, el juego es libre: pueden correr, saltar, agacharse, sentarse sin preocuparse. Para las niñas, obligadas a llevar falda, cualquier movimiento implica el riesgo de exhibir su ropa interior. Su movilidad se restringe, su libertad también.

    Pero no se trata solo de comodidad física. El uniforme escolar hegemónico atenta contra la igualdad y la libertad. Si queremos una sociedad donde mujeres y hombres se sientan y se reconozcan iguales, esa igualdad debe sembrarse desde la infancia. Y eso incluye el derecho a verse iguales. La eliminación de los símbolos que imponen diferencias arbitrarias de género en las aulas es una prioridad.

    Además, está la cuestión de la identidad de género. Hay adolescentes que se sienten más cómodos con prendas distintas a las que les asigna su sexo biológico. La forma en que vestimos, peinamos o usamos accesorios es parte de nuestra expresión de género, una manifestación legítima de quiénes somos.

    En muchos países y regiones más progresistas, se ha implementado el “uniforme neutro”, que permite que niñas y niños puedan elegir entre falda o pantalón, según su comodidad y expresión personal. En México, la Ciudad de México es la única entidad donde este derecho está reglamentado: desde junio de 2019, el uso de pantalón o falda es una elección libre, sin posibilidad de restricción.

    El uniforme escolar que hoy prevalece en el País se implementó en los años 30 del siglo pasado con la intención de eliminar distinciones de clase social y reducir gastos para las familias. Hoy, es tiempo de avanzar un paso más: dejar atrás el uniforme hegemónico y adoptar el uniforme neutro en todas las escuelas de Sinaloa, públicas y privadas.

    Este cambio, aunque parezca menor, tendría un profundo impacto en la vida de nuestras niñas y en las mujeres que serán mañana. La igualdad y la libertad no se enseñan con discursos; se aprenden con prácticas cotidianas. Y no hay mejor lugar para empezar que en la escuela.

    Es cuanto....