Césped de plástico: ni bonito ni sano

03/08/2025 04:02
    Es común ver pasto sintético en patios escolares, jardines, canchas deportivas e incluso en espacios públicos... Sin embargo, cada vez hay más estudios que advierten que este tipo de superficies, hechas de plásticos y caucho reciclado, pueden liberar sustancias químicas peligrosas para la salud.

    Hoy en día, es común ver pasto sintético en patios escolares, jardines, canchas deportivas e incluso en espacios públicos. Su popularidad se debe a que no requiere agua, siempre luce verde y es resistente al uso intensivo. Sin embargo, cada vez hay más estudios que advierten que este tipo de superficies, hechas de plásticos y caucho reciclado, pueden liberar sustancias químicas peligrosas para la salud. De hecho, algunas de estas sustancias tienen efectos a nivel celular que podrían favorecer procesos como la inflamación crónica y en algunos casos, el desarrollo de cáncer.

    El pasto sintético se fabrica principalmente con polímeros como el polietileno y polipropileno, y se rellena con caucho reciclado proveniente de llantas trituradas. Este “infill” no es tan inocente como parece: contiene metales pesados (como plomo, cadmio y zinc), hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAPs) y compuestos orgánicos volátiles (COVs). Todos estos pueden liberarse al medio ambiente, especialmente cuando el pasto se calienta al sol, alcanzando temperaturas de más de 60 °C (Williams & Pulley, 2002). Esto no sólo representa un riesgo térmico, sino que facilita la liberación de químicos tóxicos al aire, donde pueden ser inhalados, o bien entrar al cuerpo por contacto con la piel o por ingestión accidental, sobre todo en niños.

    Ahora bien, ¿qué ocurre dentro del cuerpo cuando estos compuestos entran en contacto con nuestras células? Empecemos por los HAPs que están presentes en el caucho reciclado. Estas moléculas pueden atravesar la membrana celular e interactuar con el ADN en el núcleo. Lo preocupante es que muchos HAPs son genotóxicos: se metabolizan en compuestos aún más reactivos que se unen directamente al ADN, formando aductos que interfieren con la replicación celular y pueden provocar mutaciones. Cuando estas mutaciones afectan genes clave como los supresores de tumores (por ejemplo, p53), aumentan las probabilidades de que una célula inicie un proceso canceroso (Zhang et al., 2020).

    Por otro lado, los ftalatos (usados como plastificantes en una gran variedad de productos plásticos) también son una preocupación. Actúan como disruptores endocrinos, es decir, alteran el equilibrio hormonal del cuerpo. Lo hacen uniéndose a receptores celulares como el receptor de estrógenos o interfiriendo con la expresión génica relacionada con la reproducción, el desarrollo y el metabolismo. A nivel celular, esto puede alterar rutas de señalización, cambiar la transcripción de genes sensibles a hormonas e incluso modificar la programación epigenética de células en desarrollo. Según Hauser y Calafat (2005), estos efectos son especialmente peligrosos durante el embarazo o la infancia, cuando las células están en procesos clave de diferenciación y crecimiento.

    Más recientemente, los microplásticos (fragmentos diminutos de plástico que se desprenden de objetos como el pasto sintético o la ropa sintética) han sido detectados en sangre, leche materna y tejido pulmonar humano. Leslie et al. (2022) encontraron microplásticos en la sangre de personas sanas, lo que sugiere que estas partículas pueden atravesar barreras biológicas, como la intestinal o la alveolar. Una vez dentro del cuerpo, los microplásticos pueden ser ingeridos por células inmunes como los macrófagos, generando una respuesta inflamatoria sostenida. Además, algunos estudios han sugerido que los microplásticos pueden actuar como vectores de otras toxinas químicas, llevando compuestos cancerígenos directamente al interior de células vulnerables. Esta combinación de inflamación crónica, estrés oxidativo y exposición a tóxicos puede alterar el ambiente celular de manera persistente y dañar el equilibrio del sistema inmune y celular.

    Si bien los productos plásticos como el pasto sintético pueden ser prácticos, no son del todo inofensivos. Las interacciones que tienen a nivel celular, desde el daño al ADN hasta la interferencia con hormonas o la activación de procesos inflamatorios, nos obligan a repensar su uso, especialmente en lugares sensibles como escuelas, guarderías y centros deportivos. Aunque no se trata de eliminar todos los plásticos de la noche a la mañana, sí podemos optar por materiales más seguros, buscar regulaciones más estrictas y apoyar la investigación sobre alternativas sostenibles.

    Zhang, J., Han, I., Zhang, Z., Crain, W., & Stallings, C. (2020). Toxicity assessment of synthetic turf infill materials. Environmental Research, 183, 109134.

    Hauser, R., & Calafat, A. M. (2005). Phthalates and human health. Occupational and Environmental Medicine, 62(11), 806–818.

    Leslie, H. A., van Velzen, M. J., Brandsma, S. H., Vethaak, A. D., Garcia-Vallejo, J. J., & Lamoree, M. H. (2022). Discovery and quantification of plastic particle pollution in human blood. Environment International, 163, 107199.